El 26 de junio de 1975 fallecía en Roma el fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer… hoy San Josemaría, aquel señor que le dijo a los laicos que tenían que ser santos y con esa idea revolucionó el mundo. Su influencia se mide por el hecho de que se ha convertido en el santo más insultado de toda la era moderna, un éxito sin precedentes. Él y la gente ‘del Opus’.

A mí me ha formado en la fe el Opus Dei, así que le tengo mucho cariño a San Chema. No se lo tenía cuando era joven: me parecía un santo un tanto áspero aunque nunca dejé de admirar su estilo literario. Cómo conocía al ser humano aquel aragonés…Me ocurrió lo mismo que al Chesterton agnóstico que, cuanto más libros y artículos anticristianos leía, más se acercaba a la fe al comprobar, una y otra vez, la inconsistencia de lo leído y la  actitud de sus autores: “¡Yo estaba aterrado!, exhalaba el inglés. 

Luego caí en al cuenta de la grandeza y hondura de aquel personaje y cada vez me gustó más. Es lo que ocurre con los santos… y con todo quisque: no les quieres hasta que no les entiendes.

Claro que le gustaba lo extraordinario: lo que ocurre es que no lo utilizaba para sí. Percibo que alguno de sus 'hijos' no ha entendido esto

San Josemaría fue, ante todo, un tipo coherente. Un diseccionador del alma humana que no se conformaba con medianías. Un tipo extraordinario en lo ordinario, no un tipo ordinario en lo extraordinario, que es lo que diferencia al santo del famoso.

Y claro que le gustaba lo extraordinario: lo que ocurre es que no lo utilizaba para sí. Percibo que alguno de sus ‘hijos’ no han entendido esto. A más de uno he visto obsesionado por evitar lo extraordinario… como si con ello estuviera imitando a San Josemaría.

El santo más insultado de toda la humanidad. Por algo será.