Eulogio de Córdoba, cuya fiesta litúrgica se celebra el 9 de enero, escribió esto en el siglo noveno: “En el año 850 (...), año vigésimo noveno del emirato de Abderramán (II), el pueblo de los árabes, engrandecido en riquezas y dignidad en tierras hispanas, se apoderó bajo una cruel tiranía de casi toda Iberia. En cuanto a Córdoba, llamada antaño Patricia y ahora nombrada ciudad regia tras su asentamiento, la llevó al más elevado encumbramiento, la ennobleció con honores, la engrandeció con su gloria, la colmó de riquezas y la embelleció con la afluencia de todas las delicias del mundo más allá de lo que es posible creer o decir, hasta el punto de sobrepasar, superar y vencer en toda pompa mundana a los reyes de su linaje que le precedieron; y mientras bajo su pesadísimo yugo la Iglesia... era arruinada hasta la extinción”.

Los católicos españoles estamos entrando en era martirial, donde se nos exigirá, si no la entrega de la vida, sí el martirio de la palabra, es decir no esconder nuestra condición de cristianos

Predicaba con el ejemplo, porque Eulogio de Córdoba terminó mártir de los musulmanes, tras soltarle al emir aquello de que “será mejor que me condenes a muerte. Soy adorador de Cristo, hijo de Dios e hijo de María, y para mí vuestro profeta es un impostor”.

Y también recuerda el gran Eulogio (yo soy el pequeño) dos aspectos -paradójicos y complementarios- acerca del martirio. No viene mal recordarlo, ahora que entramos, de nuevo, en era martirial, algo que no vivíamos en España desde la Constitución de la II República (1931).

Por una parte, Eulogio, sobre el martirio, defiende el martirio voluntario, buscado:

1.“Entre las primeras dignidades de los reinos celestiales hay que poner a quienes vinieron al martirio sin que se les buscara. Y es un señalado voto precipitarse”.

Es decir, por una parte anima al martirio como forma de dar testimonio de Cristo, incluso cuando no era necesario. Pero ojo, también deja claro un segundo vector, que no contradice al primero pero sí le complementa:

2. “Que cada cual esté satisfecho con los límites de los dones que sabe que hay en él por obsequio divino y nadie extienda imprudentemente su esfuerzo por encima de la medida del don que se le ha otorgado. Quien se sabe desprovisto de fuerzas para el combate y considera por propio juicio que no es capaz, no le prepare batalla al enemigo, más no se oponga a quienes, por el contrario, sí se la preparan voluntariamente”.

Digo que los católicos españoles y europeos estamos entrando en era martirial, donde se nos exigirá, sino la entrega de la vida -somos muy blanditos-, sí el martirio de la palabra, eso que la clerecía del siglo XXI llama “dar testimonio”. Es decir no esconder nuestra condición de cristianos. En castizo: no callar ni debajo del agua. ¿Y eso es heroico? Podría llegar a serlo, yo creo que lo va a ser. Los signos de los tiempos -en laico, ‘megatendencias’-apuntan justamente ahí.

¿Qué no lo parece? ¿Y ustedes creen que a los cristianos españoles de 1931 se lo parecía? Les llegó y punto. Y hubo miríadas de mártires y muy pocos apóstatas, escasa abjuración, pocos lapsi. Lo de la España de 1931-1939 constituyó la persecución cristófoba más sangrienta de todo el siglo XX, ejercida por los mismos que ahora están en el poder: socialistas, comunistas y separatistas.

Quien se sabe desprovisto de fuerzas para el combate, no le prepare batalla al enemigo, más no se oponga a quienes, por el contrario, sí se la preparan”… dijo el amigo Eulogio

Además, la nueva era martirial de 2021, y lo lógico es que afecte a toda Europa, presenta dos peligrosas diferencias con la de 1931 o con la de Eulogio de Córdoba:

1.Entonces la Iglesia oficial, la curia, no estaba dividida entre fieles, tibios y cismáticos. Ahora el mal está dentro y arriba. 

2.En el 850 y en el 1931… me temo que había más cristianos dispuestos a dar su vida por Cristo que en nuestra era postmoderna, donde el Padre Eterno ha sido sustituido por las más excelsas majaderías. La ideología de género o el calentamiento global, mismamente.

Vamos que nos falta, ahora que cerramos la Navidad 2020, porque como dice el villancico Adeste Fidelis: “A quien así nos ama, ¿quién no le amará?”. Pero ojo, el amor exige mucho y no es para almas blandas.