El papa Francisco se unió, el pasado sábado, a la oración-adoración de la Sábana Santa de Turín, el lienzo que, según la tradición cristiana, envolvió el cuerpo de Cristo en su sepultura. Por cierto, como asturiano que soy, reivindico el complemento de la Sábana Santa de Turín, el olvidado Santo Sudario, recogido en la Catedral de Oviedo. Es decir, el pañolón que complementa el lienzo turinés, el que cubría sólo el rostro… del mismo hombre de la Síndone turinesa. El lienzo grande y el lienzo pequeño pertenecieron al mismo personaje, enterrado en Jerusalén, en la década de los años treinta del siglo primero.

Pues bien, el presunto Papa progre, Francisco, del que los progres, sobre todo tras su exhortación al Sínodo de la Amazonia, empezamos a sospechar que no es de los nuestros, se ha unido -una prueba más- a la oración ‘on line’ ante la Sabana Santa de Turín, convocada por el obispo de esa ciudad italiana. Con ello, Francisco certifica que sí cree en la autenticidad del lienzo.

No soy muy amigo de reliquias pero me acerqué a los libros de Francisco Ansón sobre la Sindone con el mismo reconcomio con el que Chesterton (GKC) explica sobre su conversión.

Hablo de aquel GKC agnóstico que, a principios del siglo XX, devoraba los sesudos tratados de los intelectuales orgánicos del momento -todos ateos-, quienes se esforzaban con denuedo en demostrar la no-existencia de Dios. Confiesa don Gilbert que cuantos más tesis ateas -a cual más inconsistente- se metía entre pecho y espalda más se convencía de la posible verdad del cristianismo: “Yo estaba aterrado”, confesaba aquel gigante intelectual, que, ante tan forzada incoherencia atea acabó bautizándose en la Iglesia católica años después.

Y aunque la veracidad de la reliquia de Turín no era necesaria para mi fe, gracias al exhaustivo trabajo de Francisco Ansón descubrí la indiscutible autenticidad de la Sábana Santa, autenticidad que yo creía negada por la ciencia. Descubrí que, antes al contrario, la autenticidad de la reliquia con un apoyo científico que solo los prejuiciosos -el prejuicio produce ceguera- podían ignorar.

Comprobé la malicia de la famosa prueba, considerada irrefutable, aunque por su propia naturaleza nada podía probar, por el 99% de la prensa mundial: el carbono 14. Aquella demostración definitiva no pasaba de ser un test imposible y con intención aviesa... especialmente aplicado sobre un lienzo que sufrió un incendio

Al tiempo, se ignoraban las pruebas más decisivas, como pueden ser el análisis de la positividad de la imagen, producto de la tan demostrable como misteriosa radiación del lienzo, la palinología o la superposición de la sábana turinesa y el sudario ovetense. El hombre que fue enterrado con esos dos lienzos es el mismo, fue crucificado en Jerusalén hace 2.000 años, guarda las marcas de la Pasión de Cristo, tal y como se relata en los evangelios. Y ya es raro que coincidan   encima coinciden dos trapos, depositados el uno en Turín y el otro en Oviedo. Añadan a eso la radiación sufrida paro ambos lienzos, inexplicable para los técnicos de la NASA que procedieron a su estudio… científico, estudio insistentemente ignorado.

Y ahora resulta que el papa Francisco sí cree en la autenticidad de la Sábana Santa, hace ostentación pública de ello sin necesidad alguna y advierte que participará en una sesión de oración y veneración de la reliquia. ¡Y en pleno coronavirus! De lo más lamentable.

Como católico progresista que soy, estoy muy afectado y más que ofendido.