Romero fue asesinado por Cristo, Ellacuría por razones políticas y porque sus enemigos eran unos salvajes. Dice el teólogo jesuita Jon Sobrino que no le basta con la beatificación de monseñor Óscar Romero, ayer domingo en el Salvador. Quiere que beatifiquen a "su" monseñor Romero, para ser exactos el de su propiedad. Y quiere más: quiere la canonización de todos sus compañeros asesinados por la ultraderecha y, supongo, que, también, vayan preparando la suya propia para cuando se muera, o a lo mejor en vida. Y si no, pues amigo mío, no creerá en el papa Francisco y, naturalmente, toda la Curia vaticana se ha echado a temblar. Es como lo de Leonardo Boff, que después de sus chorradas habituales y de liarse con una ex monja (estos ex siempre se lían con otras ex, lo que merece un estudio sociológico de lo más cachondeable, aseguró que si la Iglesia eliminaba el celibato a lo mejor, él, hombre comprensible, regresaba a la Iglesia. A ver, mentiras sobre el obispo Romero. La primera, que Romero no fuera defendido por los conservadores Juan Pablo II y Benedicto XVI. Mentira, Juan Pablo II le prestó todo su apoyo (no así a los jesuitas de Ellacuría y Sobrino naturalmente, porque no había otra cosa que retar a la Iglesia y manipular su mensaje). En segundo lugar, Romero era un hombre de Dios, no el creador de un ONG de extrema izquierda ni un representante de la teología de la liberación. No es el Vaticano quien manipula a Romero: es Sobrino. Tampoco es Romero es un mártir de los pobres, aunque defendió a los pobres con sentido cristiano. Fue un mártir de la eucaristía, como lo indican las circunstancias de su propio asesinato. La extrema derecha salvadoreña no le odiaba por ser de izquierdas -que no lo era- sino por ser cristiano. Y un cristiano de verdad es muy peligroso para los instalados y para los violentos, tanto de izquierdas como de derechas. Lo que ocurre con monseñor Romero, al igual que ocurre con Francisco, es que algunos curas tipo Sobrino, intentan manipular su figura para convertirle en una especie de Ché Guevara, que no fue un defensor de la justicia, sino un asesino marxista. Para aclararse: el beato Romero obedecía a la Iglesia y servía a los pobres. Jon Sobrino hace justamente lo contrario: desobedece a la Iglesia, con una arrogancia 'curial' y se sirve de los pobres para pasar por líder social. Y con todo respeto, porque fue vilmente asesinado por la extrema derecha salvadoreña: Ignacio Ellacuría hacía exactamente lo mismo. Utilizaba a los pobres para viajar por el mundo dando conferencias y retando al Vaticano. Romero fue asesinado por Cristo; Ellacuría fue asesinado por razones políticas: simplemente, sus enemigos ideológicos eran unos salvajes, pero no es un mártir de la fe. Hispanidad redaccion@hispanidad.com