Lo saco de la II Carta a los Corintios (6, 9-10) (fácil, busquen en Internet): “Unos nos alaban y otros nos deshonran; unos nos calumnian y otros nos elogian. Se nos considera impostores, aunque decimos la verdad; quieren ignorarnos, pero somos bien conocidos; estamos al borde de la muerte, pero seguimos con vida; nos castigan, pero sin llegar a matarnos; nos tienen por tristes, pero estamos siempre alegres; nos consideran pobres, pero enriquecemos a muchos; piensan que no tenemos nada, pero lo poseemos todo”.

Conste que Pablo de Tarso no tenía ni idea de Internet. La sociedad de hace 20 siglos no era la sociedad de la información, ni la de las redes sociales.

Pero me gusta eso de que “pretenden ignorarnos, pero somos bien conocidos”. Se refiere a los cristianos y no sé lo que ocurría con los corintios, pero eso es lo quo ocurre justamente hoy. El mundo se empeña en poner sordina a los católicos y a menudo lo consigue, así que somos ignorados, pero no por ello menos conocidos.

Ocurre en la información, ciertamente, pero también en la política. Por ejemplo, cuando se asegura que, en nombre del pluralismo, hay que expulsar del sistema aquello que no es democrático. Y a que no saben que es lo único que no puede aceptar un democracia del siglo XXI: a Cristo. Si no, reparen en las palabas de Gabriel Rufián días atrás, tras comentar la entrada de Vox en el Parlamento: en breve, se volverá a hablar de asuntos ya olvidados, “como el derecho al aborto”. En otras palabras, si defiendes la vida, o si eres católico, no eres demócrata y no puedes acceder al Parlamento. (Ver vídeo)

Y no es que los de Vox sean modelo de católicos: de hecho, Abascal u Ortega Smith andan un tanto confusos con todo este asunto. Simplemente es que recoge los principios cristianos en su programa, Y claro, entonces no puede ser demócrata.

Es la misma historia de Naciones Unidas intentando ilegalizar a la Iglesia, porque se opone a la ideología de género, al abortismo y al homosexualismo… y entonces, claro, la Iglesia no es demócrata, no puede serlo.

Y todo ello enlaza con el lema del católico, según Eulogius de Ovetus, válido, tanto en tiempos de San Pablo como en el actual: de derrota en derrota hasta la victoria final.

Digo.