En Hispanidad nos tomamos muy en serio a Podemos. Incluso nos atrevemos a contradecir al gran Pedro Arriola, para concluir que no se puede hablar a la ligera del peligro Podemos. Lo explicaré con palabras de Chesterton que no se refería al nuevo comunismo (Neocom) de Podemos sino al viejo bolchevismo en el que se inspira.
Del comunismo al neocomunismo, que de neo tiene poco

Ojo al dato: "Lo que hay detrás del bolchevismo y muchas otras cosas modernas es una nueva duda. No duda acerca de Dios, sino duda acerca del hombre. La moral antigua, la religión cristiana, la Iglesia Católica se alejaron enseguida de esta nueva mentalidad porque creían en los derechos de los hombres. Esto es, creían que los hombres corrientes estaban investidos de poderes y privilegios y de una forma de autoridad.

Así, el hombre corriente tenía derecho a disponer, dentro lo razonable, de los otros animales: esa es una objeción al vegetarianismo y a otras muchas cosas. El hombre corriente tiene derecho a juzgar sobre su propia salud y sobre los riesgos que correría con las cosas ordinarias de su contorno; esa es una objeción al prohibicionismo y a otras muchas cosas.

El hombre corriente tenía derecho a juzgar sobre la salud de sus hijos y, en general, a criarlos como mejor pudiera; esa es la objeción a muchas interpretaciones de la moderna educación por el Estado".

¿Lo ven cómo se parecen mucho el neocomunismo y el viejo comunismo? Pero Chesterton ya percibió la trasformación del viejo blochevismo en nuevo populismo, en Podemos.

El problema de Podemos es que tiene poco que ver con el hombre corriente. No es que no crea en Dios, es que no cree en el hombre. Sobre todo, en el hombre corriente

Al parecer el cambio ya se había producido en su tiempo, a comienzos del siglo XX. Al parecer no hay nada nuevo bajo el sol. Allá va: "El viejo revolucionario, cuando se encontraba en el techo y contemplaba la ciudad, solía decirse: 'Mire cómo disfrutan en sus palacios príncipes y nobles, miren como los capitanes y sus cohortes pasean a caballo por las calles y pisotean a las gentes. Pero no son esas las cavilaciones del nuevo revolucionario. Éste dice. 'Miren a todos esos hombres estúpidos que habitan en casas vulgares y barrios ordinarios. Piensen en lo mal que educan a sus hijos, piensen en lo mal que tratan al perro y en cómo hieren los sentimientos del loro'".

Es muy sencillo: el señor Pablo Iglesias (en la imagen) no cree en el hombre. En el hombre corriente. O mejor, no cree en su capacidad ni en sus derechos. Sólo le utiliza como instrumento para alcanzar el poder y explicarle cómo tiene que vivir.

Esto es cierto desde hace un siglo.  

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com