Cuando hablábamos con libreta, antes de que estuviéramos dominados por el lenguaje políticamente correcto, cuando éramos más sinceros, la máxima popular sentenciaba que no hay peor bicho que la mujer despechada o el empleado despedido.

Corinna Larsen, antes Su Alteza Serenísima, se está hinchando a realizar declaraciones contra su ex amante -ella no duda en declararse así- el Rey Juan Carlos I.

El anterior Rey de España era una ladrón que cobraba de comisiones pero ojo, no utilizaba esa comisiones para hacerle regalos a Corinna. 

Tenía en Zarzuela una máquina de contar billetes, lo que evoca al Tío Gilito.

Por cierto, Larsen se permite citar a la esposa engañada pero no realiza ni la menor autocrítica por haber engañado a Doña Sofía, al robarle el marido. Es más, la culpa de todas sus cuitas judiciales la tiene Doña Sofía que se está vengando

Y lo más curioso de todo: acusa a Juan Carlos I de cobrar comisiones -y de que ella se lo reprochó-, que es muy ética, pero dejó claro que el dinero que el Rey le regaló no procedía de comisiones.

Y esto nos hace pensar claro que sí, que Doña Corinna le preguntaba al Rey cosillas como esta: Oye Juancar, y estos 60 millones que me ha dado, ¿no procederán de algún negocio ilícito? Porque entonces no te los puedo aceptar, que yo soy muy moral.

¡Ah! y a Corinna, que es muy buena gente, le extraña que Felipe VI no sepa nada de los tejemanejes de su padre y antiguo amante de Corinna. No puede demostrar nada, claro está, pero le encanta sembrar cizañita.

Es tan buena. Y ahora se ve en un lío por la venganza de la Reina Sofía -¡Qué horror!-  porque el Rey Juan Carlos I quiso que le devolviera su dinero, Y claro, lo que se da no se quita. Eso también es ética. Ética pecuniaria.

Pero cosa curiosa: Corinna no guarda ningún rencor. A nadie.