Isabel Celaá defiende, dentro del gobierno Sánchez, su medalla de oro a la pedantería, ahora seriamente amenazada por el vicepresidente segundo del Gobierno Sánchez, don Pablo Iglesias Turrión.

Dentro de su programa de corrupción de menores, y en sede parlamentaria, concretado en su nueva ley educativa, la ministra de Educación se ha referido a la titular del ramo en el Gobierno de Murcia, Esperanza Moreno, en los términos petarderiles que acostumbra: “estamos dispuestos a recibirle” para explicarle la razón por la que llevamos a la Comunidad de Murcia a los tribunales por el pin parental… “si es que todavía no lo ha entendido”.

No creo que Esperanza moreno tenga un problema de inteligibilidad: lo único que ocurre es que en Murcia, que no en otros lugares, el PP está defendiendo el PIN parental propuesto por Vox, que no es otra cosa que dejar a los padres que decidan cómo se educa a sus hijos. Sí, en concreto sobre ideología de género, para que no ocurra que una niña de cinco años vuelva a casa preguntándole a su madre si es niño o niña.

La corrupción de menores es entendida por el Gobierno como la defensa de los derechos de los niños

Porque ya pasando de la pedantería al cinismo, asegura Celaá que esta corrupción de menores en que se ha convertido la ideología de género que pretende imponer, tiene por objeto la defensa del menor.

Es decir, que si se niaga a los padres información y decisión para vetar que a sus hijos se les enseñe ideología de género en el colegio, a sus espaldas, es… para defender al menor.

Al final, lo que persigue doña Isabel, al igual que el gobierno socio-podemita, no es otra cosa que la corrupción de menores, bajo el principio de que sean los políticos quienes eduquen a nuestros hijos.