Desde el miércoles, la vacuna de Oxford-AstraZeneca, volverá a administrarse en España. Tanto Bruselas como Madrid han hecho lo indecible por apagar todas las protestas y todas las sospechas sobre AstraZeneca. 

En Estados Unidos no entienden por qué Europa transige tanto con la "chapuza" de Oxford y desprecia a las más eficaces y seguras vacunas de Pfizer y Moderna, que además suponen un avance científico y, atención, no utilizan, como sí lo hace Oxford, líneas celulares procedentes de abortos.  

Pero lo más grave, a pesar de todas las sospechas, Sánchez impondrá a los españoles vacunarse con AstraZeneca. Bueno, e impondrá la vacunación, propiamente dicha. Primero, con el pánico reinante, que obliga a vacunarte para que no te tilden de contagiador irresponsable. Segundo porque, piensan en Moncloa, no conviene obligar, sino marginar al rebelde. Por ejemplo, con todo tipo de pegas para trabajar, viajar y hasta moverse. 

En Moncloa confían en que nadie se niegue a vacunarse con el compuesto que le impongan, el ya conocido síndrome de los dentistas.

En cualquier caso, Moncloa confía en que nadie se niegue a vacunarse con el compuesto que le impongan, el ya conocido síndrome de los dentistas. Recuerden, los odontólogos exigieron que les vacunaran con Pfizer o con Moderna, no AstraZeneca.