Con Sánchez ha triunfado el guerracivilismo y la cristofobia. Sólo hacía falta escuchar el aullido de los fans de don Pedro, la noche del domingo, en la madrileña calle Ferraz, al grito de “No pasarán”. Vamos, que sólo les faltó aquello de “Arderéis como en el 36”, que en el espíritu miliciano siempre está latente el ansia por quemar iglesias, matar curas y violar alguna que otra monja.

Los periodistas nos hemos convertido en lacayos del oligopolio de los señores de la prensa y, con ello, servidores del pensamiento único

Y el triunfo de Sánchez también ha supuesto el triunfo de la TV frente a Internet. Que Dios nos pille confesados. Los tertulianos de RTVE, todos ellos muy progresistas, la mayoría de izquierdas y alguno de centro-derecha, aseguraban que la derrota de Vox era también la derrota de las “redes sociales” frente al periodismo serio y riguroso, casualmente representado por ellos mismos… fieles y sumisos servidores del oligopolio de los Señores de la prensa y de lo políticamente correcto.  

Porque, si bien es cierto que las redes sociales dicen muchas tonterías, también lo es que Internet es el refugio del discrepante ante el oligopolio de esos señores de la prensa, y de los periodistas de relumbre, preferentemente tertulianos convenientemente elegidos, que sirven al sistema de lo políticamente correcto con singular servilismo y pleitesía.

Todos los medios festejan el fracaso de las redes sociales y se dan a la autoalabanza del periodismo… vendido al sistema

Y mientras, allá en Ferraz, los socialistas festejan su victoria como milicianos, al grito de “no pasarán”. Se percibe, allá al fondo, la muy democrática nostalgia de las checas. Pero eso sí, en 2019 se trata de checas 'legales', que por algo estamos en un Estado de Derecho. Por eso, de lo que se trata es de conquistar el Estado de Derecho. Así, la persecución del discrepante, del no-progre, del cristiano, será legal.

Me temo que el guerracivilismo crezca sin control en España, animado por la España roja y la España rota

Pedro Sánchez es un miliciano rencoroso, políticamente correcto, con el estilo chulesco de un Mario Conde. Estaba llamado a triunfar.