La alocución de don Pedro Sánchez del sábado 9 de mayo, consagró el mandamiento primero de todo buen demagogo: adular el pueblo con la lengua mientras le somete con el puño.

Cuando entró en éxtasis demagógico, don Pedro llegó a hablar de que España forma una sola “familia”, una familia que ansía “la paz” y “la diversidad”.

A Stalin le llamaban ‘el Padrecito’, el padre de la madre Rusia. Sólo le superó en crueldad el gran timonel, el chino Mao Zedong, pero creo que fue porque disponía de más potenciales víctimas a su alrededor… y porque era oriental.

En el entretanto, en la calle, los cuerpos policiales, alentados por una población rabiosa pero temerosa, encerrada en arresto domiciliario por don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, la policía, digo, se ha ido creciendo, hasta alcanzar niveles de prepotencia y chulería que hubiesen resultado inadmisibles antes del 15 de marzo. Hasta los guindillas municipales, oiga usted se han convertido en el sheriff Wyatt Earp, de OK Corral, que se permiten profanar celebraciones eucarísticas, allanamiento de morada y, en general, perseguir al ciudadano que, seguro, está incumpliendo alguna norma del confinamiento.

Mientras, Torra acierta más que Sánchez. Sí, tenemos que endeudarnos pero, ¿para qué? Para dar empleos o para dar subvenciones

Sánchez e Iglesias han creado un Estado policial, con unas maniobras con fuego real, un ensayo en vivo contra el que no cabe otra cosa que la rebelión. Si aceptamos esto, aceptaremos de forma borreguil la dictadura bolivariana que viene: ¡Español: rebélate!

En paralelo, pero para nada ajeno a lo anterior, circula la crisis económica, elemento destacado de la dictadura neocomunista que llega. Para los comunistas (Iglesias) y para los socialistas memos que les secundan (Sánchez), cuanto mejor peor. Ayer domingo, Quim Torra llamó en su ayuda a Keynes, para una economía de oferta. Ya saben, lo de Franklin Roosevelt tras la gran depresión: inversión pública y si es caso, empresa pública. Es decir, endeudamiento productivo y no el endeudamiento vacío de la subvención pública y no el alimenta-vagos del ingreso mínimo vital (IMV), sin vencimiento temporal y sin exigir nada a cambio de la percepción pública que paga la clase media. Yo me apunto a lo de Torra. Tendré que hacer un esfuerzo pero su petición ‘torriana’ de un plan económico keynesiano, de inversión pública, ahora mismo, resulte pertinente. Y es extraño que algo resulte pertinente en Quim Torra.

Más peligroso me resulta lo del padrecito Stalin, el padrecito Sánchez.