El día 21 de junio se termina el malvenido y malhallado estado de alarma de Pedro Sánchez. Para entonces, toda España habrá pasado por la fase II o la III, se supone que por ambas a la vez, y entraremos (¡Ay madre!) en la nueva normalidad que, como su mismo nombre indica, se atendrá a las ‘normas’ que marque el Gobierno Pedro Sánchez. No se llamen a engaño: tras el largo confinamiento liberticida los Picapiedra, don Pedro y don Pablo, ya tenemos un pueblo de lo más domesticadito, sumiso y temeroso… y una jerarquía eclesiástica, ídem de ídem.

Pues bien, ya en la Fase II o en la tercera Fase, los obispos mantienen la no obligatoriedad del precepto dominical, de acudir a misa en domingo y fiestas de guardar.

He oído a párrocos animar a la gente a acudir a la Eucaristía porque “ya es hora”, con la coletilla siguiente… “aunque los obispos mantengan la no obligatoriedad del precepto”.

¿Volverán los obispos a comportarse de la misma forma encogida y timorata, abandonando a párrocos y fieles?

En definitiva, el 14 de marzo los obispos españoles, en lugar de enfrentarse al Gobierno ante un ley inicua, colaboraron con la descristianizaron España hecha a toda prisa al suspender las misas, cuando la Iglesia vive de Eucaristía y muere sin ella. Y tras ese lamentable error, en lugar de apresurarse a reinstaurar las misas públicas ahora alegan la no obligatoriedad del proceso. Por decirlo de otra manera, los obispos españoles repiten error: llegan más allá que el propio gobierno Sánchez. De derecho, aunque sí de hecho, el 14 de marzo Sánchez no prohibió las misas publicas. Eso lo hicieron los obispos.

Las eucaristías sin publico resultan más desangeladas aún que el fútbol sin público. En el fútbol televisado, al menos sigues a tu equipo y ves sus goles, aunque sea de forma virtual. La misa televisada no sirve para cumplir ningún precepto pero, sobre todo, no puedes comulgar el Cuerpo de Cristo.

El peso de la Iglesia española seguirá cayendo sobre los huesos duros de los párrocos. Alguien tiene que hacérselo mirar, porque cuando llegue la prohibición expresa de la Eucaristía –que llegará- cuando quizás haya que jugarse la vida por la Eucaristía, ¿qué harán los obispos? ¿Volverán a actuar de forma pacata y encogida? ¿Volverán a abandonar a párrocos y feligresía?

Ya tenemos un pueblo español de lo más domesticadito, sumiso y temeroso

Porque entonces habremos perdido el partido antes de saltar al campo.

Otrosí: ¿qué pasa con la reactivación del sacramento de la penitencia? ¿Y del resto de sacramentos?