• En su locura podía "reconciliar lo irreconciliable".
  • O sea, terminar con el principio de contradicción.
  • O sea, que la verdad poco le importa a Obama.
Al rebufo de los "soñadores", los menores que entraron ilegalmente en Estados Unidos, se nos cantan, otra vez, las diferencias entre Barack Obama (en la imagen), el progresista, y Donald Trump. No necesito explicarles quién es el bueno. Hay que aclarar quién es y qué representó Barack Obama. Es el representante mundial de la Nueva Era, la religión difusa, ecléctica, un pelín majadera, del Nuevo Orden Mundial, de lo políticamente correcto. Me remito a su discurso en una universidad católica, al menos de nombre, que es la de Notre Dame. La idea fuerza de Obama fue ésta: "Debemos llegar a una base común de entendimiento reconciliando lo irreconciliable". ¿Comprenden? Como recordaba Juan Claudio Sanahuja, Barack Hussein Obama había roto con el principio de contradicción, uno de los cimientos del pensamiento humano desde Aristóteles: nada puede ser y no ser al mismo tiempo. El sincretismo es el fin de la historia. Si el hombre no puede concluir tampoco puede plantear. Sin embargo, Obama recibió un doctorado de honor en esta universidad por un discurso que no era ni bueno ni malo: no era. Menos mal que Obama constituye la esperanza de la humanidad. Eulogio López eulogio@hispanidad.com