Percibo una preocupante tendencia en ambientes clericales y en las publicaciones católicas (acabo de leer Alfa y Omega, pero tómenlo como mera casualidad) a promocionar la figura de Cristo como un buen hombre, incluso un gran hombre, de espíritu onegero, preocupado por la solidaridad y el cambio climático. Es decir, un maestro para la humanidad, pero... ¡tanto como Dios! 

Pues miren ustedes: o Cristo era Dios o era el más perverso de todos los seres humanos que han existido. Con decirles que pretendían que le adoráramos…

No nos dejó elección: no era un sindicalista, ni el fundador de Amnistía Internacional, ni relator de Naciones Unidas: era el Hijo de Dios y nos exigió que nos postráramos ante él en adoración. Una de dos: o es Dios o es el más perverso y soberbio de los seres humanos. El Cristo humanitario, al igual que la Iglesia humanitaria, es un ‘bluf’, una leyenda urbana, una completa memez.