¿Por qué encender las luces de Navidad el 22 de noviembre? Falta más de un mes. Anticipar las fiestas es una manera de desnaturalizarlas. Y además, es un peñazo horrible. Si se mantiene dos meses seguidos, la Navidad se convierte en rutina.

Pero todo eso podría resultar una cuestión menor frente a la paganización creciente de la Navidad que no es otra cosa que el cumpleaños de Cristo. 

En cualquier caso, que se hable de Luces de Navidad ya es sospechoso. ¿Luces sobre qué? Las luces no son nunca símbolo de la encarnación. Son luces y además, que es lo que preocupa mucho a los ecologistas, desde el 22 de noviembre gastan muchísima energía. A Greta no le va a gustar.

Pero el ejemplo más patente que he visto sobre paganización de la Navidad es la película 'Klaus'. ¿Mala película? No, eso es lo peor: es buenísima. Buen guión, buen dibujo animado, historia coherente -repugnante pero lógica y coherente- sobre un cartero vago que junto a un leñador viudo –muy romántico- inventa la Navidad a costa de hacer buenos a los malos, con cargo a la factura de juguetes. Ya tenemos a Papa Noel, el gordo lamentable, y ya tenemos una Navidad laica: nos sobra el misterio, nos sobra la encarnación nos sobra la redención y nos falta la gracia. Y cuando falta la gracia hay que acudir a la magia, ese elemento que siempre navega en la misma encrucijada: o es fraude o es magia negra. Porque la magia blanca no existe.

'Klaus' es una película peligrosa porque está bien hecha. Una vez más el hombre prescinde de Dios con una leyenda que intenta imponer la fraternidad sin padre, una contradicción ‘in terminis’.

Pero evitar la paganización de la Navidad es muy sencillo: basta con volver al origen. Dios se anonada haciéndose uno de nosotros. Y para no perder el espíritu navideño, muy sencillo: acusada a la Misa del Gallo, a ser posible a las 24,00 horas y eso es la Navidad.

Paganizar la fiesta de las fiestas no sólo es un horror, resulta, además, aburridísimo.