• Dios marca los tiempos según el hombre se convierta o no.
  • La historia de la humanidad es la historia de la conversión del hombre. De cada hombre.
  • Ahora bien, vivimos una era un pelín pervertida.
  • Y recuerden: la perversión no es hacer el mal, sino convertir el mal en bien.
  • Que no en vano vivimos en la era de la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Mi amigo, el catedrático Javier Paredes repite que la historia es la historia de la libertad. Yo creo que sí, pero con un añadido: es también la historia de la conversión a Dios, ese ser fuera del tiempo, crea el mundo a cada instante según el corazón del hombre se aleje o se aproxime a él, según la bondad o maldad de cada cual, según decida su conciencia libre. Si lo prefieren, son la verdad y la justicia del hombre las que marcan los tiempos de Dios. Y así, y aunque suene a herejía, podría decirse que es el hombre quien crea el mundo a cada instante. Ahora bien, si la historia de la humanidad es la historia de la conversión del hombre, de cada hombre, hay que recordar que vivimos una era un pelín pervertida. Y recuerden: la perversión no es hacer el mal, sino convertir el mal en bien. Esa época no es peor que cualquier otra, pero lo que sorprende de la era actual -decía San Juan Pablo II (en la imagen)- es la incapacidad de una generación para trasmitir a sus hijos una serie de principios morales. Algo realmente nuevo y realmente peligroso. Y algo ligado a lo anterior: vivimos en la era de la blasfemia contra el Espíritu Santo. Que consiste, y esto es la perversión, no en hacer el mal sino en llamar mal al bien y bien al mal. Pero no olviden la urgencia de la conversión. Eulogio López eulogio@hispanidad.com