Son nativos digitales (ND). Manejan cualquier aparato y cualquier lenguaje, aprenden por ósmosis y hasta hay algún imbécil que califica este conocimiento como inteligencia emocional. 
Les gusta aprender pero no les gusta enseñar. Y la verdad, en muchos aspectos resultan admirables... y envidiables. Las críticas que habitualmente reciben no son otra cosa que nostalgia de viejos superados por la tecnología emergente, que, de suyo, no es buena, es bonísima. Yo, por ejemplo.

Pero sí hay algo que me preocupa en estos ND: su neutralidad ética, quizás producto del contagio con la máquina que es... moralmente neutra.


Ejemplo, un ND me está explicando un procedimiento de marketing digital que supone una inmoral intromisión en la intimidad ajena que incluso podría terminar en una manipulación flagrante de su conciencia. Mi juicio utiliza las viejas palabras:
-Pero eso no está bien. 
La respuesta que recibí fue: las cosas no son buenas o malas: son.
Y esto sí que me parece extraordinariamente peligroso.