Me encanta el hombre de ahora mismo que oscila entre dos supuestos contrarios: el animalismo y el maquinismo. Una alternativa demoniaca, porque resulta muy difícil decidir cuál de las dos doctrinas es más idiota.

El animalismo consiste, no en homologar al animal irracional con el hombre, sino en que el irracional tenga más derechos que el hombre. De hecho, el único ser que puede ser abortado y cuyos embriones son utilizados como cobayas de laboratorio (junto a los conejillos de indias) es el hombre, antaño rey de la creación… o así.

El hombre es el único ser que puede ser abortado y utilizado como cobaya de laboratorio

Luego está el maquinismo con los profetas de la Inteligencia Artificial (IA) que en algo tienen razón: es artificial pero no es inteligencia. Aquí también opera el seréis como dioses, tentación de honda raigambre ancestral.

El asunto ha penetrado en el lenguaje y así, la NASA, nada menos, nos acaba de comunicar que su robot marciano se ha muerto. No se ha averiado, ni se le ha fundido un fusible: ha muerto.

La inteligencia artificial es artificial pero no es inteligencia

Es la tendencia de moda: personalizar a las cosas y cosificar a las personas. Y el problema es que la personificación de las cosas es una memez, pero la cosificación de las personas resulta extraordinariamente peligroso.

Y en ambos casos, animalismo o maquinismo transhumanista, aflora la vieja tentación: seréis como dioses. Sí, también en el animalismo. Recuerden que entre un ídolo y un esclavo hay muy poco camino. Los mismos que ensalzaron al hombre moderno que decía poder dar razón de su propia existencia, ahora, una vez abolida su dignidad (porque no pudo dar razón de su existencia), se convierte en una especie más, con los mismos derechos que una rata de alcantarilla. Bueno, alguno menos.

¿La solución? Que el hombre vuelva a ser el rey de la creación: ¡henchid la tierra y sometedla! Es decir, volved a la Biblia, la obra cumbre de la dignidad humana.