Día Internacional en recuerdo del Holocausto, martes 27 de enero. Carta de la portavoz de la Embajada israelí en España, Hamutal Rogel-Fuchs. Esta es una de las muchas cosas que me gustan de los judíos: no son relativistas. Hamutal se pregunta cómo pudo acaecer Auschwitz, cómo la humanidad permitió que ocurriera algo tan cruel. 

El relativista no es judío. Han sufrido demasiado como para no distinguir entre el bien y el mal. Los relativistas dejan de serlo en cuanto sufren acidez de estómago. El dolor produce una sensación de realidad que ningún sofisma argumental sobre el ser o no ser puede orillar

Hemos alcanzado un estrado peor que el del nazismo y el comunismo: ahora vivimos en la sacralización del sacrilegio 

Los judíos, nuestros hermanos mayores en la fe, creen en la verdad y la mentira. Por tanto, creen en lo justo y lo injusto y hasta en lo bello y lo feo. Saben que una cosa no puede ser otra y que algo no puede ser bueno y malo a un mismo tiempo. Es decir, no se han vuelto locos. Laus Deo. Lo aprendieron en Auschwitz y no lo han olvidado.

No podemos elegir el mundo en el que vivimos pero sí cómo reaccionar ante él, asegura nuestra portavoz. Se queda corta: son nuestras reacciones las que construyen el futuro porque el hombre es un ser creado libre. ¿Cómo pudo suceder?, se pregunta Hamutal. Sencillo: porque la mayoría silenciosa no hizo nada, ni tan siquiera se preocupó de enterarse. Si no quieres saber algo no preguntes. Ya lo explicaba Juana Samanes ante el nuevo estreno cinematográfico antinazi, La conspiración del silencio.

Hasta ahí todo correcto y aplaudible. Buenas palabras para conmemorar el septuagésimo aniversario de la liberación de Auschwitz. Los judíos son realistas, ergo no han caído en la demencia. Saben que el mal existe, que no se trata de enajenación mental transitoria, sino mal uso voluntario de la libertad humana que les facilitó el Creador.

El problema de los judíos es que son un poco exagerados y están demasiado pendientes de sí mismos. 

Pero también llevan su reprensión en la Biblia: pueblo de dura cerviz e incircunciso de corazón. No, Hamutal, el mal no se cebó sólo sobre los judíos. El holocausto fue gravísimo, repugnante, miserable, no fue la mayor matanza de la historia. El mismo comunismo, años antes y años después, fue mucho más allá que el nazismo. Y aún hoy continúa, ante el silencio cómplice de la mayoría silenciosa, algo mucho más grave: la matanza del aborto y la anticoncepción. Las democracias occidentales -bueno y las tiranías orientales- perpetran la mayor crueldad -ésta si- de la historia: el aborto quirúrgico y químico y la cosificación del ser humano indefenso, aún más indefenso que los judíos y demás prisioneros de Auschwitz: el concebido y no nacido. Mala señal si agitamos los brazos, pensando: otra vez los provida dando la lata. Porque entonces no hay marcha atrás: la mentira seguirá imperando.

Los relativistas dejan de serlo en cuanto sufren acidez de estomago, que es algo demasiado real

Y llegamos más allá que los nazis: los nazis actuaban con una maldad primaria a fuer de sofisticada. Les gustaba asesinar, en una morbosa orgía de ese orgullo que sólo se sacia con la humillación y aniquilación de la víctima. Pero pocos, quizás los jerarcas nazis, habían dado el paso hacia la blasfemia contra el Espíritu Santo, la marca de nuestro tiempo. Es decir, ya no despenalizamos el aborto. No, lo convertimos en un derecho. Es decir, sacralizamos el sacrilegio. Esto es: convertimos el bien y el mal y el mal en bien. Por eso, la blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado que no se perdonará ni en este mundo ni el otro. Lógico: ¿cómo podría Dios perdonar a quien adora el mal y ama el bien? Cuando matar al hijo en la propia entraña maternas no sólo es algo que no se debe condenar sino que, encima, es un derecho, es que algo muy grave, incluso más grave es lo que ocurre con el nazismo y el comunismo. Hay otros muchos ejemplos, pero el del aborto es sintomático.

Este es el problema del pueblo elegido: los judíos están obsesionados con su caso. No me extraña, porque su historia es irrepetible, en ocasiones muy dura. Pero deben darse cuenta de que todo lo que han sufrido, que es mucho, no les permite ausentarse de todo lo demás, olvidarse del resto de crudas realidades que asolan el mundo, para no convertirse en parte de esa mayoría silenciosa que reprueba el espléndido artículo de Hamutal. Porque cuando el judío se desentiende del mundo y se enreda en su propio egoísmo, puede terminar en sionismo. Y el mundo, en especial este momento de la historia, necesita a los judíos, no a los sionistas.

En cualquier caso, los que hemos visitado Auschwitz rezaremos en este aniversario por las víctimas de la barbarie nazi, por los judíos y también por los cristianos -Edith Stein, por ejemplo- que supongo habrá pasado al Cielo desde aquel pavoroso infierno.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com