Meditar es hablar con uno mismo, rezar es hablar con Dios.

La meditación oriental, tan de moda en multitud de formas, es un monólogo. Los católicos no meditamos, hablamos con nuestro padre Dios. El verano, ese tiempo donde a veces no sabemos qué hacer, es un buen momento para empezar a orar.

La meditación produce sedación, la oración consuelo

La meditación produce sedación, la oración consuelo. Porque en la oración el hombre habla... y Dios responde. Es la gran percepción que todo individuo siente alguna vez, o muchas veces, a lo largo de su vida: no estamos solos en el universo, mucho menos abandonados a nuestro destino. Desaprovechar esos pálpitos puede resultar insensato. El que quiera que practique el yoga, yo seguiré orando. Es mucho más divertido.

Un consejo veraniego: comience a orar acudiendo a algún templo donde se exponga al Santísimo en la Custodia. Mírele y espere.

Póngase delante del Santísimo expuesto en la custodia: mírele y espere

Pero también puede hacerlo en su casa, en lo secreto. Eso sí, hágalo sin prisas.