• Un sucedido… que demuestra la chifladura en la que vivimos, nos movemos y existimos.

Un caso real. El protagonista soy yo. Acompañaba a mi madre (91 años), postrada en una silla de ruedas, instrumento mucho más útil que un Mercedes, según los casos. Introduzco el Mercedes en el ascensor… y el ascensor se queda quieto-parado, como si hubiera sido víctima de un infarto fulminante. Tratando de no poner nerviosa a mi ilustre progenitora, utilizo el móvil para llamar al teléfono de emergencia que figura en la cabina. Ascensores Schindler está a la última. Pero resulta que en el teléfono de emergencias de ascensores Schindler ha llegado el progreso. El progreso consiste en que me responde una grabación: -Ha llamado usted a Emergencias Schindler… A continuación me habla de los números que tengo que marcar -creo- dependiendo de mi voluntad, que es su principal objetivo, y en mucho más de un minuto me trasmite informaciones de primera mano. Por ejemplo, que la llamada es gratuita y que no me va a costar ni un euro. Esto es muy gratificante. Mismamente, antes de terminar la conexión con mi robot favorito la luz de la cabina comienza parpadear y justo cuando estaba a punto de mandarle al robot a freír espárragos, me llega una voz humana -las voces humanas son maravillosas-, mismamente desde la provincia de Zaragoza, tan querida. Le explico la situación y le doy la dirección del incidente, momento en que la amable operaria -que no pertenecía al progreso, dado que era humana- aprovecha para preguntarme dónde cae esa dirección, es decir, en qué ciudad. Vamos bien, me digo, pues siempre he sido un optimista. En cualquier caso, la cosa termina con que aparecerán en unos pocos minutos nuestros salvadores. Y es verdad, en 20 minutos estábamos salvados. Tiempo amenizado por un par de llamadas más de nuestra atenta operaria -la persona, no la grabación- y de unas jocosas intermitencias -apagones y encendidos- que ríase usted del Pachá, una fiestona en toda regla. Y no olviden que la alegría de vivir, a los 91 años, se agradece mucho. Y esto es bello e instructivo, porque con este sucedido aprendí qué cosa era el progreso y, con ello, en qué consiste ser progresista. Verbigracia, consiste en eliminar al hombre, hasta allá donde sea posible, y sustituirle por grabaciones, voces humanas prefabricadas ubicadas en soportes metálicos. Todo muy cálido. Bueno, y en el consiguiente ahorro de costes. Menos costes y menos ingresos para ofrecer un peor servicio, ciertamente, pero siempre puede conseguirse que se generalice la chapuza y tengas que acudir, por ejemplo, a Ascensores Schindler porque el resto de la competencia hace exactamente lo mismo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com