Lo cuenta Religión en Libertad. Año 2000. La religiosa María Luisa Mainetti fue asesinadas por tres de sus discípulas, de 17 años de edad, cada una de las cuales le asestó 6 puñaladas, para completar el número de Satán (666). Ya mártir de la Iglesia, Mainetti perdonó a sus asesinadas mientras agonizaba y las susodichas pasaron unos pocos años en la cárcel y hoy están en libertad.

Es decir, un crimen satánico con ritual adjunto. Pero para la atmósfera cultural imperante, para los políticamente correcto, para los progres, el hecho sólo significa que las asesinas estaban chifladas.

Dejemos a un lado que el loco no mata siguiendo un ritual. Pero, sobre todo, tendemos a asegurar que quien hace un barbaridad es un loco. Pues no. Hay locos buenos y locos malos.

Además, el loco no se vuelve malo, es el malo el que se vuelve loco. Por ejemplo, el homicida ha optado contra el bien y, aunque puede arrepentirse de su acción, si no lo hace y permanece en él, acabará por perder el sentido de la realidad, que es la definición de la demencia.

Pero insisto, no hacen el mal porque estén locos: hacen el mal porque les da la realísima gana y, si repiten a sabiendas, es posible que se vuelvan locos. No la revés.

Por tanto, lo lógico no es que la tres asesinas rituales de María Laura no estaba chifladas: sabían que lo hacían en honor de Satán. Y el hecho de que fueran adolescentes impresionables, o que tuvieran este o aquel apéndice psicológico no quita el hecho principal: asesinaron a una mujer consagrada a Dios en honor de Satán. Eso de honrar a un ente de ficción no es cosa de malos ni de locos: sólo de gilipollas.