• El hombre no es más inteligente que la mujer: sólo es más pedante.
  • Pero si la mujer se vuelve pedante se convierte en la insufrible reina de la pedantería.
  • Y es entonces cuando traiciona su propia feminidad.
Ocurrió en una iglesia madrileña, el pasado viernes, 22 de julio. Oración de los fieles, a cargo de uno de esos sacerdotes de mirada adusta, para quien una sonrisa supondría un síntoma de debilidad, quizás de fe de carbonero. Y todo ello lo cual le convierte en una figura un pelín grotesca. Como digo, oración de los fieles. Rogamos todos por la mujer maltratada, por la mujer en general, por la mujer en particular. Hasta ahí todo correcto, quiero decir, políticamente correcto. Es el peaje que da la Iglesia para la modernidad a cambio de que la modernidad le abofetee dos veces en lugar de una sola. ¿Comprenden? Pero la última rogativa me llega 'mu dentro, mu dentro'. Fue algo parecido a esto: Roguemos para que la mujer alcance más altos cargos en la sociedad. Creo que ni siquiera utilizó el eufemismo responsabilidades. O sea, era empoderamiento de la mujer a lo clerical, a lo bestia: que le den cargos, oiga. Repito, todo esto en una Eucaristía. El mensaje a una feligresía católica, es decir, machistoide, resultaba claro. Que la Iglesia está, no con la liberación de la mujer -esto se nos ha quedado indeciblemente anticuado- sino con el empoderamiento de la mujer. Somos feministas, chaval, ¿qué te habías creído? Ahora bien, el feminismo sólo pretende más poder para la mujer, es tan estúpido como el machismo que sólo pretende el poder para el varón. ¿Y es así? Mayormente. Y aún peor: porque pretender igualar a los desiguales sólo conduce a la tragedia de los unos y de los otros. Ejemplo, la inteligencia, que tanto preocupa a las feministas. Hasta el punto de que una mujer 'modelna' no se enfada si le llamas fea (bueno, también) sino si minusvaloras su portentosa inteligencia. Una verdadera estupidez, porque los clásicos hablaban de la mujer discreta sencillamente porque la inteligencia, a la mujer, se le presumía, como el valor a los militares. No necesita demostrar nada y las más sabias nunca lo pretendieron. Igual que ahora sólo que el feminismo actual es un criadero de féminas tuercebotas. Respondo con lo que considero uno de los mayores elogios de la feminidad. José María Pemán utilizó la poesía para describir el 'genio femenino", que diría San Juan Pablo II, el genio de la más grande de las mujeres (y de los hombres). Ahí va: Estaba la Dolorosa, junto al leño de la Cruz. ¡Qué alta palabra de luz! ¡Qué manera tan graciosa de enseñarnos la preciosa lección del callar doliente! Tronaba el cielo rugiente. La tierra se estremecía. Bramaba el agua... María estaba, sencillamente. La Virgen impartió muchas lecciones en la cruz. Una de esas lecciones magistrales pasa demasiado inadvertida. Es aquella en la que derriba la pedantería masculina. Porque María fue la única que de verdad comprendió lo que estaba ocurriendo en el calvario, la redención del género humano y la confirmación de la nueva raza de los hombres. Pero no dio ninguna conferencia. No escribió una crónica: estaba, sencillamente. Traducido: el hombre no es más inteligente que la mujer: sólo es más pedante. Eso sí: cuando la mujer se vuelve pedante se convierte en la insufrible reina de la pedantería, en orden al viejo adagio latino: la corrupción de lo mejor es lo peor. Eulogio López eulogio@hispanidad.com