Tras semanas de huelgas generales y enfrentamientos callejeros el presidente francés Emmanuel Macron ha decidido retirar de la reforma de las pensiones el retraso de la edad de jubilación. No se crean, hablamos de un retraso en la edad de jubilación desde los 62 a los 64 años. Aquí estamos camino de los 67 y habrá que seguir alargando la edad de jubilación. Mínimo, hasta los 70.

Europa es una sociedad que se niega a aceptar las consecuencias de su radical envejecimiento, producto de su pertinaz egoísmo, consistente en negarse a tener hijos. Si no hay hijos tampoco hay futuros contribuyentes y no tenemos dinero para pagar las pensiones.

Por tanto, las dos medidas siguen siendo imprescindibles: retrasar la edad de la jubilación hasta los 70 años de edad e instaurar el salario maternal, porque los actuales 100 euros por niño al mes, y sólo hasta los tres años, no pueden considerarse salario sino cachondeo. Es necesario pagar un salario a la madre por cada hijo que aporte a la sociedad. No se me ocurre una subvención pública -de la que no soy muy amigo- más justa que el salario maternal.

Que en estas circunstancias límite se monte el lío que se ha montado en Francia por pretender que la edad de jubilación se retrase desde los 62 a los 64 años es como para hacérselo mirar.