La SER está en campaña. Pretenden que la homosexualidad se convierta en el undécimo mandamiento. En pocas horas, nos han explicado los sufrimientos de un perseguidísimo gay balear cuyo profe le puso la mejor calificación por un trabajo fin de curso que empezaba de la siguiente guisa: “Soy maricón y me encanta Jesucristo”. Ocurrió que el malvado profe de religión se quejó y ahí empezaron sus cuitas, o más bien su éxito. Hoy es un muy prestigioso rapero.

El locutor de la SER tenía el corazón desangrado ante la persecución de los “reaccionarios de siempre”. Ahora el éxito le ha sonreído y lo que le gusta es, y cito textualmente, “llamar la atención”.

Apenas una hora después se narra, con entrevista, la historia de un muy católico ‘drag queen’, de tan acendrada fe, que realizó una burla sobre la redención de Cristo y de la Santísima Virgen, con las correspondientes burlas hacia el obispo de la zona, inmundo reaccionario que no tuvo mejor ocurrencia que crítica al artista. ¡Qué raros son estos católicos! Se molestan por una inocente burla blasfema sólo porque ridiculizan lo que para ellos resulta más sagrado. Ya saben, lo de los mineros de mi tierra asturiana: “Estos castellanos qué raros son. Les llamas hijoputas y se enfadan”.

Y el gay merece todo respeto y afecto. Los que salen de ese mundo no lo narran con alegría

Hombre, se trata de respetar a los gays, tal y como a los católicos nos ordena el Catecismo, pero no de convertir la homosexualidad en el undécimo mandamiento.

Pero hay más. Escuchaba estas grabaciones de la cadena SER tras repasar los apuntes de un libro que ya les he aconsejado alguna vez: “Yo fui gay”, la obra autobiográfica del italiano Luca di Tolve.

Luca fue Mr. Gay en Italia vivió una vida de homosexual y fue un organizador de cruceros para homosexuales. Nos narra el desgarrador relato de esos años de sufrimiento interior enmascarado por el éxito, en una infructuosa “búsqueda amor auténtico”.

Lo encontró en Medjugorje, donde se convirtió al cristianismo y se hizo experto en amor. Pero insisto, pocas veces ha visto narrar, en primera persona, con tanta claridad, el sufrimiento por el que atraviesan tantos homosexuales. Luca di Tolve enseña, como tantos exgays, lo de siempre: que el mundo gay es poco gay, poco alegre. Sí, el homosexual merece todo el respeto, toda la confederación, todo el afecto: lo necesita. Merece la pena la lectura de “Yo fui gay”.