• Sin banderas, sin símbolos, sin principios, sin convicciones.
  • No tienen prejuicios, ni juicios. De hecho, apenas piensan.
  • Y cuando no sepáis qué decir, diálogo, mucho diálogo.
  • Por de pronto, los separatistas sólo recurren al diálogo cuando no les ha servido la fuerza.
El pasado sábado unos hombres de Blanco salieron a la calle como convocatoria ciudadana independiente. Nadie se lo cree, claro, pero se supone que eran la parte intermedia entre los ultraderechistas españoles y los independentistas catalanes, mayormente activistas por la libertad y los derechos civiles. Los hombres de blanco pedían "hablar", porque la culpa es de unos y de otros por no dialogar. Los hombres de Blanco son el mejor espíritu de aquello que recordaba el socialista José Prat: "cuando alguien dice que dos más dos son seis y un sensato le recuerda que dos más dos son cuatro, surge un tercero, que en nombre del diálogo y la moderación, acaba concluyendo que dos más dos son cinco".  Los hombres de Blanco caminan por la vida sin banderas, sin símbolos… sin principios, sin convicciones. No tienen prejuicios, ni juicios. De hecho, apenas piensan. Se comportan según aquella instrucción del inefable vicesecretario general del PP, Javier Arenas: cuando no sepáis qué decir, diálogo, mucho diálogo. A fin de cuentas, el diálogo es el fracaso de la buena voluntad. Aún así, es bueno. Ahora bien, ¿dialogar con quién? ¿Con Puigdemont? Por de pronto, los separatistas sólo recurren al diálogo cuando no les ha servido la imposición. Además, ¿dialogar sobre qué? La democracia es el sistema que recurre a las urnas cuando el diálogo ha fracasado. Eulogio López eulogio@hispanidad.com