A la voz de tu aliento
se estremeció la nada
la hermosura brilló
y amaneció la gracia.

Lo dijo el poeta y pocas veces he visto un resumen de la historia del universo tan preciso en tan pocas palabras.

El segundo verso me llama especialmente la atención. De la nada no sale nada, pero nuestro místico asegura que la nada se estremeció al convertirse en existencia, según la única explicación que la humanidad ha logrado dar de sí misma, ya hace 2.500 años, un tal Aristóteles: Dios era la existencia y por eso podía crear hombres de la nada… hombres libres. La humanidad no necesitaba evolucionar, porque antes de evolucionar hay que ser y los modernos siempre nos empiezan a contar la película por la mitad. Hay creación y hay Creador, capaz de estremecer a la nada.

Para mayor maravilla, Cristo no sólo es Creador, sino también Padre. Como padre, decidió permanecer junto a su creación y decidió amarla. Por ello se transustancia en cada Eucaristía y se anonada junto a nosotros en el Sagrario, de continuo y a pesar de todos nuestros desprecios.

Las estadísticas dicen que España es más católica que Austria, pero los austriacos se respetan más a sí mismos y al Creador

Y todo esto viene a cuenta de que en verano suelo viajar, no mucho, la verdad, por el extranjero y claro, me cojo unos cabreos… Ejemplo, he pasado por Austria, misa en la catedral de Viena, San Esteban. Esta joya del gótico, como tantas otras, se ha convertido en Catedral-Museo, inundada de turistas. Pero al menos hay lugar para la alabanza con quien estremeciera a la nada… y es entonces cuando me cabreo.

Sólo un detalle: los vieneses se arrodillaban durante la consagración, toda ella, y permanecían arrodillados durante todo el canon y hasta la doxología final.

Lo cual significa que en Austria, un país estadísticamente menos católico que España, la gente respeta más al Creador y las creaturas, en concreto, a los católicos. Es decir, que se respetan más a sí mismos. Por el contrario, los católicos españoles somos maleducados con el villano y con el Señor.