Alberto Garzón, de Izquierda Unida, y Pablo Iglesias, de Podemos, han renovado su acuerdo electoral para ir juntos a las próximas citas. Es decir, que neocomunistas y comunistas, alianza que le hizo perder a Podemos un millón de votos (la suma, digo) continúan necesitándose, a pesar de todo: juntos se caen, pero separados se derrumban

Vamos con la ideología subyacente. ¿De dónde nace el fenómeno Podemos? Del 15-M.

Pues bien, Hispanidad se ha dado una vuelta por la Francia provinciana y el pasado sábado vio en acción a los chalecos amarillos.

El recorrido es el mismo que en el 15-M: la cosa empieza con una justa reivindicación social. Veamos: Emmanuel Macron se nos vuelve ecologista y progresista y sube el impuesto sobre el diésel, vital para millones de franceses como herramienta de trabajo o simplemente para ir a la compra. Surgen las primeras protestas pero, enseguida, un grupo de espabilados toma la iniciativa y se coloca al frente de la manifestación: ¿les suena?

De revolucionarios que lanzaban a las masas contra la policía a partidos “de orden”, que repiten que adoran la democracia

El 15-M comenzó cuando un grupo personas, entre otras, un estudiante de ICADE, elaboraron un documento contra la especulación financiera, uno de los motivos evidentes de la crisis de 2007. Pero en 72 horas ya se había convertido en vandalismo, con una acampada maloliente en la Puerta del Sol.

De allí emergió Pablo Iglesias, institucionalizando el movimiento y convirtiéndose en padre de la Patria (la madre es doña Irene Montero). De revolucionario pobre a demócrata con piso.

Chalecos amarillos y 15-M terminan en vandalismo, destruyendo lo que encuentran a su paso, sea el sistema o los escaparates. Sobre esa destrucción –por ejemplo, en España, arrojando a los manifestantes contra la policía, igual que en Francia– Pablo Iglesias construye su salida de su menguado sueldo de profe interino hacia el salario, pensión y gabelas del señor diputado.

En Francia, como en España, hablo de los jetas que hacen carrera sobre la desgracia ajena. La historia misma de la revolución española.