• De la estafa FIV a la mega-estafa de la manipulación de embriones humanos.
  • Padres que matan a 14 hijos para tener uno.
  • Hay que acabar con la FIV, un desastre asesino que encima se vende como síntoma de vida.
Hace unos días, en una empresa de Valencia, dos especialistas en genética y reproducción asistida mantenían esta conversación: "- A este niño lo conocí yo cuando era ocho células. - Pues yo cuando aún era un óvulo". Pues menos mal que son especialistas, porque el del óvulo ha dicho una chorrada sublime, así como de primer trimestre de primero de veterinaria. Oiga, mire usted, buen mozo, el de las ocho células, que no eran ocho células sino un embrión, sí que conoció al niño, el del óvulo ni de broma. Ese sólo pudo conocer a la madre -si el óvulo era suyo, que esa es otra- pero no a la persona. La persona no necesita ni de ocho células: surge de cuando se unen un espermatozoide y un óvulo y dan lugar a un cigoto, es decir, a un señor que posee una identidad genética individualizada, distinta del padre y de la madre. Estos progresistas son muy cursis, medio lelos y encima poco científicos aunque tengan el título de medicina o biología, amén del marchamo de genetistas. Lo cuenta El País para referirse al felicísimo niño nacido en Valencia… "hijo de 20 padres científicos", nada que ver con el hijo de 1.000 padres que apostrofaba el feo de "El bueno, el feo y el malo". Pero ojo, todo es muy científico: se ha logrado gracias al análisis de embrión, también conocido como la selección Mengele: este embrión me cae bien, este no, éste debe morir. Y encima nos lo venden como un gran acierto científico. Para entendernos, la 'fecundación in vitro' no es vida, es muerte. Habrá que resumirla: el señor se hace una paja, la señora se extrae un óvulo. Se agita en el tubo de ensayo y se consigue un 'conjunto de células', es decir, seres pertenecientes a la raza humana. Como los médicos no quieren fracasar fecundan con diez, veinte óvulos. Así, la pareja, homóloga u heteróloga, es decir, de padre desconocido, tiene un hijo de mil pares en sentido prístino. Luego le insertan a la doña, pongamos cinco embriones, y si todos continúan adelante resulta que no querrá tener quintillizos y seleccionarán los más potentes, mejor, el más potente: matarán a cuatro. En el entretanto, los hermanitos 'sobrantes', los embriones no introducidos, estarán crioconservados, es decir, metidos en nevera, por si acaso los papás quieren probar suerte de nuevo. ¿No es maravilloso? El doctor Mengele se volvió a quedar corto. ¡Pobriño, era un incomprendido! No fue mala idea la de Juan Pablo II al resumir, para esta etapa fin de ciclo, la doctrina católica sobre la FIV en el Catecismo de 1992. Primero, porque se nos había olvidado y segundo porque es guía segura en tiempos de confusión... que son exactamente los que vivimos. Lo digo porque algún lector despistado se extraña de que en Hispanidad penalicemos la fecundación in vitro como un atentado contra la vida. Pero hombre, si no lo digo yo, lo dice el catecismo de 1992, el de Karol Wojtyla. A ver. Punto 2376 y 2377. Un niño tiene derecho a nacer de su padre y de su madre, los mismos que le van a criar. Un niño tiene derecho a nacer del amor de dos esposos comprometidos. Y los adultos no tienen ningún derecho a tener hijos. La maternidad es un don que conlleva deberes, no derechos. No se puede matar a los embriones humanos, aunque sean un conjunto de células exactamente iguales que los adultos, porque acabarán por ser adultos. La fecundación artificial no es más que los nuevos campos de exterminio, eso sí, democráticos, además de la pérdida del hito de la vida y del sentido de raza humana. La FIV es un desastre que hay que suprimir cuanto antes. Están matando a demasiados inocentes. Si quieren niños, que adopten uno. Eulogio López eulogio@hispanidad.com