Sólo hay algo más tonto que un obrero de derechas: un varón feminista.

Sólo hay algo más tonto que un varón feminista: un cura progre.

Sólo hay algo más tonto que una feminista: una monja feminista… personajes capaces de exhalar las mayores sandeces sin inmutarse. 

El virus feminista ha inoculado hasta las monjas, aunque la mayoría son laicas, de L’Osservatore Romano, en concreto las que hacen el suplemento sobre la mujer.

Oiga, ¿y es tan importante un suplemento mensual de un diario poco leído como es el periódico oficial del Vaticano? Pues al parecer sí, porque se le ha dado un alcance mundial.

La jefa de las rebeldes, Lucetta Scaraffia ha sido alabada como una heroína por todo el tinglado feminista -y feministo- mundial, desde luego por el tinglado español. Y eso, antes de saber ni por qué protestaba.

La especialidad de las feministas, como la ensalzada Lucetta, consiste en insultar a todo varón… y a toda mujer que no sea feminista

Basta con ser mujer y protestar contra sus superiores masculinos y contra las mujeres que no la secundan (miserables sirvientas del macho) para que Lucetta y sus amigas se convierten en heroínas.. No sé yo por qué razón, en un órgano de la Iglesia, se critica la obediencia, sea de mujeres o de varones y el servicio se confunde con sumisión.

Lucetta en un gesto que una comentarista española tildaba de valiente ha decidido dimitir con todo su equipo –donde no se admitían varones- de un suplemento mensual. ¿Y eso es tan importante? ¿Y la directora de un suplemento mensual debe mandar más que el director de la publicación? Lucetta, campeona, si no estás a gusto, presentas tu dimisión sin cartas abiertas, sin culpar al Papa Francisco, sin acusaciones de machismo, sin confundir servicio y sumisión, ni independencia con soberbia, sin enredar con los abusos sexuales a la mujer dentro de la Iglesia (que los ha habido y algunas sueñan con exagérarlo hasta conseguir una segunda pederastia clerical), sin insultar a todo varón y a toda mujer no feminista.

Porque esta cuestión es nuclear: la amiga Lucetta no sólo ha apuntado contra la dirección del diario, sino contra el Papa Francisco… y contra las mujeres que ha fichado el nuevo director: no eran feministas.

El feminismo, que no la feminidad, siempre ha confundido servicio con sumisión. O sea, que las feministas son pura soberbia

Debería tomar ejemplo de los portavoces de la Santa Sede, un varón y una mujer: Greg Burke y Paloma García Ovejero. Dimitieron y, para no dañar a la Iglesia, se marcharon en silencio. Igualito que Lucetta, que había sentado sus reales en un suplemento feminista… con cargo al presupuesto vaticano.

Lo que nos faltaba: monjas –o cuasi monjas- feministas.