• La directora gerente del FMI no explica lo que de verdad preocupar: la salida real de la crisis.
  • Si fuera cierta, se crearían más empleos y mejorarían los sueldos, que es lo que no está ocurriendo.
  • Y habla de volatilidad como si ésta fuera un termómetro, también, de otra realidad: la especulación por un exceso de dinero.
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, ha señalado a la cadena americana CNBC (en la imagen) que las caídas en bolsa de los últimos días son una "corrección bienvenida" y, claro, uno tiembla. En primer lugar, dicho sea, porque no deja de ser una bobada que explica entre poco y nada; más, viniendo de que quien viene, pero sin explicar por qué ni para qué. La conclusión, más bien, no apunta tanto a una corrección como a una salida real de la reciente crisis económica, que debería preocupar más al FMI que las cotizaciones en bolsa, y de la que no está nada claro que hayamos salido y puede ser, no una crisis puntual, sino una crisis permanente. La salud de las empresas tiene un termómetro en los beneficios, con un efecto balsámico en la masa laboral, en nuevos contratos y más sueldos. Pero la realidad (paro y precariedad) no muestra que los tiros vayan por ahí. Lagarde explica el fenómeno de las caídas en bolsa por la volatilidad, sobre todo en EEUU, mezclada con valoraciones demasiado altas de las compañías. "Las correcciones ocurren y ahí es donde lo vemos". Claro, Lagarde evita, en paralelo, otro cáncer, el de la especulación, el otro ingenio que mueve los mercados, más que los tipos de interés vayan a subir uno u otro cuartillo. Hay un exceso de liquidez, precisamente por los bajos tipos de interés, y eso mueve ingentes cantidades de dinero, al margen de la economía real, de las inversiones que apoyan el crecimiento económico. Las caídas en las bolsas no fueron simples correcciones, como saben, sino desplomes más bien salvajes, como la del índice Standard & Poor's (S&P 500), de un 5,2%, la mayor desde hace dos años, y más de un 10% en la semana. Ese bamboleo siguió, no sólo en Wall Street, sino en serpentinas en el resto de plazas. Rafael Esparza