• Pero el feminismo atenta precisamente contra eso: es la confusión deliberada entre servicio y servilismo.
  • La pelmada feminista del jueves 8 ha constituido un lavado de cerebro colectivo profundo, muy profundo.
  • Si la mujer, maestra del amor, se niega a la entrega, entonces la sociedad sí que tiene un muy grave problema.
La pelmada feminista del pasado jueves 8 de marzo, uno de los lavados de cerebro colectivo más curioso de los últimos tiempos, ha hecho emerger al feminismo, que hasta ahora actuaba de forma vergonzante, sobre una confusión peligrosa: servir es servilismo. Lo cual significa, por de pronto, no entender en qué consiste el amor. La mujer tradicional, y la mujer sana de hoy, han basado su feminidad en el servicio a los demás, especialmente al prójimo, al próximo, a los que le rodean. En definitiva, la mujer está especialmente dotada para amar, que es lo más grande que puede hacer cualquier persona con su vida, sea varón o mujer. La mujer es la clave de 'la civilización del amor'. Y el ejemplo más egregio de servicio al prójimo es la maternidad… mismamente lo que más molesta al feminismo: la mujer-madre. Mucho me temo que la jornada del 8 de marzo atenta precisamente contra la vocación de servicio propia de la mujer. En definitiva, el feminismo no entiende lo que es el servicio a los demás, lo interpreta como servilismo, porque no entiende que ese servicio se presta por amor, por deseo de entrega a los demás y no de protagonismo personal. Si la mujer, maestra del amor, se niega a la entrega, entonces la sociedad sí que tiene un muy grave problema. Eulogio López eulogio@hispanidad.com