• Además del signo más letal de la época.
  • Mejor morir pronto en plenitud de conciencia (he dicho de conciencia, no de cuerpo) que alargar la existencia en un duermevela del espíritu.
  • La medicina no nos ha alargado la vida: sólo la vejez.
  • El problema de la sociedad moderna no es la falta de fe, sino la falta de esperanza, tan grave como aquella.
En nuestro mundo del siglo XXI todo está preparado para vivir en esa duermevela de la conciencia y de la mente, de forma inconsciente, como un animalillo y no como un animal racional, libre, Señor de la Creación, que sufre la separación del morir pero sabe mirar a la muerte cara a cara. Todo está preparado porque, claro, si el moribundo es consciente de todo podría arrepentirse de sus pecados y morir santamente, algo que debe evitarse cuidadosamente. Podría, por ejemplo, en la hora de su muerte, plantearse su vida… por vez primera en toda su vida. Y la razón de todo esto también está, en parte, en unos fármacos y unas costumbres que permiten estirar la duración del cuerpo más allá de la duración natural del espíritu que lo anima, con unos médicos que no nos han alargado la vida, sino la vejez. Mejor morir pronto en plenitud de conciencia (he dicho de conciencia, no de cuerpo) que alargar la existencia en un duermevela del espíritu. Pero el origen último y causa primera de esta considerable catástrofe estriba en ese miedo a la muerte que caracteriza a la sociedad del siglo XXI. Terror irracional ante lo inevitable, fruto, no de la falta de fe, sino de la falta de esperanza que puede resultar igual de grave que aquélla. Por eso, nuestra patología favorita es la depresión. Eulogio López eulogio@hispanidad.com