• No es que sólo el 0,4% de las denuncias por maltrato sean acusaciones falsas de la mujer.
  • Es que sólo se investiga ese 0,4%.
  • El varón acusado de maltrato ya está condenado antes de iniciarse el proceso.
  • Y aunque pierda la causa, la mujer ya habrá conseguido una satisfacción: humillar a su odiado compañero.
  • Cuando una pareja entra en modo odio, cada sexo utiliza sus mejores armas: la mujer, la lengua; el hombre, el músculo.
  • Es así de triste. El resto suelen ser mentiras interesadas.
  • La lengua dejo un rastro menor, pero no es menos violenta que la mano.
  • Leyes como la de violencia de género disparan la misoginia y el victimismo femenino. Y esto sí que es grave.
Lean la siguiente noticia de El Mundo. No tiene desperdicio. Se trata de una mujer, una más, que denuncia en falso -perdón, presuntamente- a su pareja varón de maltrato, aprovechándose de una de las leyes más injustas promulgadas en España, como es la Ley contra la violencia de Género. El periodista, siempre políticamente correcto, se ve en la obligación de aclarar que sólo se investigan un 0,4% de las denuncias femeninas. Y la gran mentira consiste en que ese porcentaje -el número de denuncias de féminas que provocan una investigación sobre la denunciante- son mínimas… ¡ergo las denuncias falsas son mínimas! ¡Es genial! Hombre, si se investigara la veracidad de todas las denuncias, cosa que no se hace porque la ley no está pensada para eso, a lo mejor descubríamos que las falsedades de una mujer cuando acusa al marido de violencia no son del 0,4% sino ese porcentaje  multiplicado por 100. Pero aquí no se procede así, sino que la conclusión antecede a la premisa. Como sólo se investiga, el 0,4% el número de denuncias falsas son inferiores al 0,4%. Por la misma, podrías concluir que si se investigaran el 100 por 100 a lo mejor se descubría que las denuncias falsearan eso, 100 veces más. Claro, oiga, es que tanto en violencia de género como en cualquier otro delito, el denunciante trata de demostrar su inocencia, no de responder a la acusación con otra acusación, lo que conllevaría, por de pronto, un nuevo proceso, costoso para el bolsillo y para el ánimo, más cuando están de por medio la intimidad y, probablemente, los hijos. Y esto puede producirse, y se produce, porque la ley contra la violencia de género es, repito, una de las más injustas de nuestro ordenamiento jurídico. De entrada, el varón ya está condenado antes de empezar: se le encierra en el calabozo por la mera acusación de la mujer, sin diligencia policial alguna. A partir de ahí, contra todo derecho, el acusado debe demostrar su inocencia mientras la acusadora se cruza de brazos. Y aunque le vaya fatal en el 'procés', la mujer ya habrá conseguido algo: humillar a su odiado compañero. La verdad sobre la violencia de género es sencilla: cuando quiebra el cariño en la pareja (y si no hay reacción es que tampoco había amor), se produce el enfrentamiento, consecuencia de la frustración. Y entonces, cada sexo emplea sus mejores armas: la mujer, la lengua; el hombre el músculo. La lengua dejo un rastro menor para la práctica forense, pero no es menos violenta que la mano. Ningún político se atreverá a decir esto, aunque sabe que es cierto. Por eso lo digo yo. Y mucho me temo que la primera víctima de esta gran mentira de la violencia machista está siendo el varón pero, a medio plazo, será la mujer, que en tantos casos, y por el simple hecho de ser mujer, pasa de ser venerada a repudiada. Leyes como la de violencia de género disparan la misoginia y el victimismo femenino. Y esto sí que es grave. Sobre todo para la mujer honrada, que no miente. Eulogio López eulogio@hispanidad.com