Era costumbre, antaño, fotografiar a los muertos. No había ningún problema en recordarlos. Ahora, se les manipula para obtener de ellos una sonrisa que muy pocos exhiben en el estertor de la muerte. En cualquier caso, parece la sonrisa del Joker, falsa y forzada.

Fotografiar la muerte era una forma de no asustarse ante ella y, sobre todo, de no ocultar la muerte, porque la muerte no se conjura ocultándola, so riesgo de que nos sorprenda.

Contra la muerte sólo vale la esperanza en Cristo

El hombre siempre ha tenido miedo a morir, un acto de asfixia y de separación. Pero eso, más que miedo a la muerte, es miedo al dolor. Ahora bien, lo del siglo XXI es distinto: tememos a la muerte, no al morir, y tratamos de conjurarla como los necios que somos: como si realmente la pudiéramos evitar.

La tecnología nada puede contra la muerte y la desesperación, mucho menos. Contra la muerte sólo vale la esperanza de que no es el final, sino el principio. Es decir, confiar en Cristo; en la palabra de Cristo.

¿Por qué no? Hasta ahora, a lo largo de toda la historia, nunca nos ha fallado.