• El diario de Santa Faustina insiste: "Yo no premio por el éxito en el trabajo sino por el sufrimiento".
  • Durante la ocupación nazi de Polonia Juan Pablo II se imbuyó de la mentalidad carmelita
  • Toda la filosofía de Juan Pablo II parte de esa idea que llevó a combatir el mal con la sola fuerza de la palabra
  • Benedicto XVI elevaría a cruzada personal ese realismo aristotélico, porque lo cierto es que el relativismo ha vuelto loco al hombre actual.

"Antes de venir como el juez justo vengo como el Rey de la Misericordia. Antes de que llegue el día de la Justicia les será dado a los hombres este signo en el Cielo. Se apagará toda luz en el Cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces, en el Cielo aparecerá el signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del Salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminarán la tierra. Eso sucederá poco antes del último día". Siempre me ha sorprendido el silencio y la falta de interpretación de las personas que han 'sufrido' cualquier revelación sobre el fin del mundo es decir, sobre la segunda venida del Salvador. Lo trasmiten y callan. En paralelo, opera la curiosa contabilidad del Padre Eterno quien, al parecer, discrepa abiertamente de un concepto clave de la modernidad: la eficiencia: "Yo no recompenso por el resultado positivo, sino por la paciencia y el trabajo emprendido por mí". Sinceramente, ninguna escuela de negocios admitiría tal principio. Por si no había quedado claro, el diario de Santa Faustina insiste: "Yo no premio por el éxito en el trabajo sino por el sufrimiento". Una afirmación de Cristo a Faustina Kowalska que rompe todas las ponderaciones humanas, profesionales, sociales y políticas. Al parecer, los cristianos debemos empezar a pensar de forma bien distinta. Y todo esto nos lleva a la descripción misma del cristianismo: de derrota en derrota en derrota hasta la victoria final. Pero ojo, la victoria está al final y, encima, cuando crees ganar, resulta que has perdido... y viceversa. Durante la ocupación nazi de Polonia Juan Pablo II se imbuyó de la mentalidad carmelita, que no es otra cosa que la contabilidad a lo divino: el esfuerzo no se mide por el éxito sino por el propio esfuerzo y por la rectitud de intención en la entrega a los planes divinos. Terminada la contienda mundial, con una Polonia que había pasado del paganismo nazi al antiteísmo rojo, Karol Wojtyla se empeña en su batalla cultural, convicciones cristianas frente a los misiles soviéticos. Y así, mientras Stalin imponía en Varsovia el gobierno títere de Wladislaw Gomulka, un veterano comunista que se había librado del fusilamiento de más de 5.000 miembros, considerados 'lapsi', del Partido Comunista Polanco (KPP) por parte de los soviéticos, gracias al honor de haber sido detenido por su propio gobierno, Wojtyla aprendía español con ayuda de un diccionario y con un objetivo que consideraba prioritario: leer a los místicos carmelitas, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, en su idioma original. Hay gente 'pa tó'. Toda la filosofía de Juan Pablo II, la que expresaría como Papa de Roma, parte de esa idea que llevó a combatir el mal con la sola fuerza de la palabra y de la gracia que Dios otorga a quienes creen en él, proporcionado un significado tangible a la difusa idea de no violencia que corría por el mundo. Con ella derribó el comunismo, sin disparar un solo tiro y sin otras manifestaciones que las oraciones de los millones de personas que rezaba con sus palabras. El mundo -y hasta El Mundo de Pedro J. Ramírez- pensaban que un polaco no podría derribar la tiranía más extensa que nunca comenzó la historia. Pero Dios premia el esfuerzo, no la estrategia, la confianza en él, no los medios militares, políticos o económicos para conseguirlo: y lo hizo. La otra idea central del pontificado juanpaulino es el realismo, un camino tomista que nos devuelve al mundo a la realidad. El realismo viene a decir que una mesa es una mesa, y no una silla ni un tiburón. Era la respuesta cristiana ante el vértigo mortal creado por el relativismo del siglo XX, que reza así: "Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira". Su sucesor en la silla de Pedro, Benedicto XVI, elevaría a cruzada personal ese realismo aristotélico, porque lo cierto es que el relativismo ha vuelto loco al hombre actual, quien ya duda hasta de su propia existencia. Con ese bagaje intelectual Wojtyla cursa sus estudios eclesiásticos en el seminario clandestino de Cracovia y en 1946, ya en la era comunista polaca, es ordenado sacerdote por el cardenal Sapieha. Había terminado su periodo de formación, esquivando la muerte a manos de nazis primero y de comunistas. Ahora tocaba devolver al mundo lo aprendido.