• La masculinidad se distingue por la virtud de la fortaleza.
  • Y la vocación de servicio de la mujer no es inferioridad ni sumisión, sino humildad.
  • Por eso dicen, los clásicos y los místicos, que a Dios le gusta más el alma femenina.

Al fondo de la actualísima abominación  de la ideología de género hay un poso de necedad, que consiste en no saber qué cosas son la virilidad y la feminidad, ambas dos realidades formidables y estupendas, no contradictorias sino complementarias, fisiológica y psicológicamente. La virtud propia de la masculinidad es la fortaleza. Y como no soy teólogo me permitido el lujo del escaso rigor en la definición: la virtud de la fortaleza consiste en no quejarse. Ruego al público lector que, en este punto, no imagine casos concretos, ni individuales ni colectivos. Es para que no incurran en desesperación ni en calvicie, de tanto mesarse los cabellos. Y la principal virtud de la feminidad es la vocación de servicio, que no es inferioridad ni sumisión, sino humildad. La humildad es lo que hace grande a la mujer y lo que las feministas se empeñan en cargarse… naturalmente. Masculinidad y feminidad están en baja en el mundo actual, pero eso no es razón, no señor, para volverse majadero con la profundísima estupidez y la abominable práctica de la ideología de género. Confundir masculinidad con feminidad es confundir la virilidad y la feminidad. Es confundir al mundo. No parece sensato. Eulogio López eulogio@hispanidad.com