Lo cuenta Fabrice Hadjadj, uno de los autores más originales del momento: “al perder a Dios se acaba por perder el ateísmo”. Y su colofón natural: “Al perder la admiración por la existencia se acaba por perder la angustia ante la nada”. Y esto no significa ir tirando, lo que realmente significa es… un tostón de vida, una existencia insoportable.

La derrota no es desesperación y la desesperanza casi nunca procede de la desgracia, sino del hartazgo

En tiempos de postcoronavirus conviene no perder de vista a Hadjadj. Ahora que hay tantos vendedores de crecepelo, incluida la clase política, hay quien considera que un sistema político puede apagar la náusea metafísica del individuo, o que un sistema económico puede dar razón de la existencia.

Conviene trabajar con ganas, que no con prisa. Hay que hablar no callar, pero hacerlo con entusiasmo antes que con urbanidad. Hay que creer en algo sensato y lógico o convertirse en vegetal.

La vida no pierde su sentido cuando somos vencidos sino cuando dejamos de luchar

Y si hablamos de estados de ánimo, conviene recordar que la derrota no es desesperación y la desesperanza casi nunca procede de la desgracia, sino del hartazgo. Como tampoco conviene olvidar que la vida no pierde su sentido cuando somos vencidos sino cuando dejamos de luchar.

Y todo esto para pensar durante el postcoronavirus.