Descreída como es, nuestra sociedad sólo confía en la ciencia. 
Ahora bien, el problema de la ciencia consiste en que sólo nos puede ilustrar sobre aquello que se puede ver, tocar, medir o pesar (que no pensar). Es decir, tan sólo es capaz de explicarnos el 1% de la realidad que nos circunda. 
Por tanto, no nos puede dar una razón para vivir ni un modelo de vida con el que vivir. Tampoco responde a las preguntas clave de la existencia -quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos- ni nos ofrece un guía para relacionarnos con los demás.
Para todo eso necesitamos de la razón -que la modernidad considera subjetiva- de la verdad -que la modernidad considera inalcanzable- y de la fe (es decir, de la confianza en alguien, más allá de nuestras propias entendederas), que la modernidad considera una quimera y anda ligeramente desesperada.

Hay que volver a la fe, a la verdad y a la razón

¿Comprenden ahora por qué andamos tan despistados... y tan melancólicos? Hay que volver a la fe, a la verdad y a la razón.