El primer ministro polaco, Mateus Morawiecki le dijo en las barbas de Sánchez aquello de si alguien tiene hambre no le des un pez enséñale a pescar.

Se refería a la invasión de Ceuta por Mohamed VI utilizando a sus propios niños y adolescentes y jóvenes desesperados. En efecto, no se trata de controlar la entrada en nuestras fronteras. Se trata de prohibirlas y al mismo tiempo, de ayudar a los países de origen a que se desarrollen por ellos mismos y que sus mejores elementos no vivan en Europa sino en sus países de origen. Si quieres ayudar al Tercer Mundo no le des un pez, enséñale a pescar. Ayúdale en origen, aconsejaba el polaco: tiene toda la razón.

No conviertas la excepción en regla ni el mal menor en virtud

En España, mientras tanto, seguimos repasando el fraternal abrazo de Luna, voluntaria de Cruz Roja, a un negro, perdón afrodescendiente, aunque no sé que tiene de malo lo de negro.

Si hablamos de integración, los dos elementos que la facilitan son la fe y la lengua. Insisto: la inmigración es mala en sí misma. Pero tiene narices que encima, los progre-onegeros españoles desprecien a los hispanos (les llaman panchitos) que se integran perfectamente porque tienen la misma cultura cristiana y la misma lengua que nosotros, lo que no ocurre con los musulmanes que acaban creando guetos.

Si quieres ayudar al Tercer Mundo no le des un pez, enséñale a pescar. No le acojas en España -que también-: permite y apoya que ellos mismos se desarrollen

Conclusión: no conviertas la excepción en regla ni el mal menor en virtud. Tampoco en materia de inmigración.