• Hay mucho puritanismo, y mucha hipocresía, en los luchadores contra la corrupción.
  • Y no creo que la judicialización de la corrupción acabe con los caraduras.
Hace 25 años, se decía que, a las ocho de la tarde en Madrid o te están dando una conferencia en Madrid o te la están dando. En 2017, o estás investigando por corrupción o estás investigando a un corrupto. Claro que, como a cualquiera, no me gusta la corrupción. Ahora bien, en primer lugar, ya se perdió la cuenta de los presuntos casos de corrupción pública. Y, en cualquier caso, veo aún más hipócrita el puritanismo regenerador de la vida pública que al golfo que mete la mano en la caja. Matices: 1.- Bajo el concepto de corrupción se están mezclando churras con merinas. A todo se le da la misma denominación, ergo todos son culpables de lo mismo. Por lo general, asesinato en primer grado. 2.- La única acusación de corrupción que existe es la de meter la mano en la caja. Casi es lo menos importante. 3.- La corrupción se ha convertido en espectáculo: primero se filtra en internet y luego la investigación policial irrumpe en la empresa o en el domicilio, etc. 4.- Porque es mayor la hipocresía en los regeneradores puritanos que pretenden acabar con la corrupción que en los corruptos que meten la mano en la caja. Para quien acusa de corrupción al vecino, esa corrupción no es más que materia prima para el fuego político. Al final, hay mucha más gente en periodo de investigación que condenados. Y lo más grave: yo no creo que la judicialización de la corrupción acabe con la corrupción, pero, eso sí, está generando un enfrentamiento civil que puede acabar siendo… enfrentamiento militar. O sea, violento. Eulogio López      eulogio@hispanidad.com