• Lo que no entienden los políticos españoles.
  • A la Iglesia no le gustan los colectivismos: ni el socialista del Estado ni el capitalista de los grandes mercados.
  • La propiedad privada -y el dinero- es buena, a condición de que esté bien repartida.
La doctrina social de la Iglesia (DSI) se opone, tanto a la propiedad pública como a la gran propiedad privada. Y se oponen por lo mismo, porque son grandes y destrozan al pequeño. El cristianismo se opone, tanto al colectivismo privado, como al colectivismo estatal. Es la doctrina de la subsidiariedad que Belloc y Chesterton traducirían como distributismo (por aquello de la adecuada repartición de la propiedad). El cristianismo no quiere proletarios, aunque defienda el salario digno: lo que quiere son propietarios. Si lo quieren, con el grafismo de Francis Bacon: "el dinero no es bueno a no ser que se esparza". Pues eso mismo ocurre con la referencia del dinero: la propiedad es como estiércol, bonísima cuando está bien repartida, si no… Y la propiedad privada es síntoma de libertad. El hombre que tiene una pequeña propiedad es un hombre más libre. Aunque sólo sea porque, si vienen malas dadas, podrá responder con esa propiedad. Y esto es lo que no entiende la clase política española. Ni la izquierda ni la derecha. Se habla de derechos, no de libertades. De derechos que se financian con dinero público, que es ese dinero privado, nuestro, que controlan los políticos. Y tampoco entienden, como sí entiende la DSI, que el estado de proletario no debería ser un estadio temporal para saltar al estado de propietario. De ahí hemos llegado a lo de hoy: la izquierda odia al propietario (prefieren ser ellos los usufructuarios del dinero ajeno) y a la derecha, o bien beneficia a los grandes propietarios. Es decir, que oscilamos entre plutócratas privados y burócratas públicos. Eulogio López eulogio@hispanidad.com