Decía Faustina Kowalska que el demonio puede vestir el manto de la humildad pero no el de la obediencia. Paradoja certísima, querido don Leandro.

Soberbia no es altanería ni lo que hoy calificamos de prepotencia. El Parlamento está repleto de personajes que odian la prepotencia pero se ahogan en su orgullo.

Al orgulloso se le distingue por la susceptibilidad y por el resentimiento. Es decir, soberbia es estar pendiente de uno mismo. Si no entendemos esto mal vamos para entender, no ya la moral natural, sino a las personas... y, de paso, lo que está ocurriendo en el mundo.

Ahora apliquen esto a nuestra clase política, financiera y judicial y periodística. Es decir, los cuatro poderes reales del siglo XXI. Su falta total de humildad se percibe en la ausencia total de ecuanimidad. El otro es todo mal sin mezcla de bien alguno. Yo… ya se lo imaginan.

Y si no… pues no hay forma de entender lo que ocurre. Lo que nos ocurre.