• Ahora resulta que lo de Múnich no fue yihadismo sino racismo… de origen iraní. Y luego está el de signo aparentemente contrario: el hacha del sirio.
  • Al final, ¿qué más da? Son dos caras de una misma moneda. Y para completar: otro atentado con hombre-bomba.
  • Y Occidente no se atreve a entrar en Siria e Irak. El Gobierno español, menos que ninguno.
  • En la España decadente sólo se festeja al patrón del país en cinco comunidades.
  • El pueblo español, que detuvo la conquista islámica de Europa, se revuelve ahora en sus propias contradicciones.
Santiago Matamoros, un término, por cierto, más usado por los progres de hoy que por los españoles de ayer, que actuaban al grito de "Santiago y cierra España". Los austeros colonos venidos de Asturias iniciaron una reconquista lenta y costosa, pero en ocho siglos de dominación árabe jamás olvidaron la noción de España, porque jamás olvidaron sus raíces cristianas. Igualito que en la España y la Europa actuales. El Apóstol Santiago, Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo y hermano de San Juan, evangelizó España y recibió, ya desde entonces, a orillas del Ebro, la asistencia de la patrocinadora de la nación española, que siempre ha sido la Santísima Virgen. No se entiende España sin el amor a María. ¿Qué estas palabras suenan antiguas? Tan antiguas como el ser mismo de España en esta tierra de María que pasa de la Virgen de julio (Nuestra Señora del Carmen) a La Asunción (15 de agosto), donde se celebra el mayor número de fiestas patronales del país, al 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar y Fiesta Nacional, hasta el 8 de diciembre, la celebración mariana más española de todas, elevada conmemoración universal y dogmática: la Inmaculada Concepción. Pero todo empieza el 2 de julio. Así que ni la modernidad, y mira que lo ha intentado, ha logrado terminar con el calendario mariano español y el significado anexo del patrón de la nación, Santiago. El apóstol era conocido como Santiago Matamoros porque, insisto, los cristianos, insisto, colonos desharrapados, se lanzaron contra el mayor poder militar de toda la Edad Media (el califato de Córdoba) y, al final, le vencieron. Para los Reyes Católicos, que culminaron la Reconquista, no se trataba de poder y riquezas (al menos para la reina Isabel) sino de la unidad de España bajo la cruz de Cristo, el manto de Su Madre y el patrocinio del Jacobeo. España paró a los turcos en Lepanto, en el este de Europa, y paró a los musulmanes en la península, en el oeste, en una reconquista que constituye la gran epopeya histórica española, junto a la conquista y evangelización de América: cronológicamente, comenzó la una y empezó la otra. Y ahora esos mismos musulmanes han planteado una nueva conquista de Europa en forma de terrorismo cotidiano. La guerra moderna consiste en convertir a los civiles en soldados, mejor, en víctimas. Ya no hay campos de batalla sino ciudades de batalla, porque el escenario de la guerra es el mismo lugar donde se come y duerme: la ciudad, el hogar. Ancianos, mujeres y niños se convierten en soldados, más bien en víctimas, y el terrorista, siempre cobarde, busca matar a cuantas más víctimas civiles mejor. De hecho, son sus objetivos. Aunque, digámoslo todo, lo aprendieron de Occidente, que inventó el bombardeo sobre civiles en el ilustrado siglo XIX. En Múnich hemos visto la otra cara de la moneda. Resulta que no es un atentado yihadista sino racista. Un germano-iraní que se sentía muy alemán, como esos 'Fernández' inmigrantes en Euskadi que resultan los más abertzales de todos. Lo mismo da: son las dos caras de la misma moneda, porque ahora resulta que un sirio mata a machetazos a una persona e hiere a varias, también en Alemania, concretamente en la ciudad de Reutlingen y otro, al parecer de signo opuesto, causa al menos 12 heridos al detonar un artefacto explosivo a la entrada de un festival de música en la localidad de Ansbach, a 40 kilómetros de Nuremberg. Otrosí: el Estado de Derecho nunca podrá luchar contra la violencia musulmana porque el islam es un credo y el Estado de derecho, un sistema de organización del poder. Contra la idea musulmana del Dios Creador pero cruel, suele puede luchar la idea cristiana del Dios Creador, Redentor y Padre. En cualquier caso, España, y el conjunto de Europa, deben acudir en defensa de los cristianos sirios e iraquíes masacrados por los fanáticos musulmanes. Allá, en el origen del problema. La guerra de Iraq nunca debió comenzar pero, dado a lo que hemos llegado, hay que ganar esa batalla. Y hay que ganarle en origen. Lo de Múnich no debe cambiar la estrategia sino ratificarla. Dicho esto, ¿se imaginan a Rajoy llevando a España a la guerra para liberar Siria o Iraq? ¿Y a cualquier otro de los líderes políticos españoles? Pues eso es lo que hay que cambiar. Mientras tanto, seguiremos sufriendo el terrorismo cotidiano. Y me temo que esto no acaba aquí, esto no ha hecho más que empezar. Eulogio López eulogio@hispanidad.com