• Así muere una civilización, la cristiana: por rendición, sin lucha.
  • El nuevo delito de incitación al odio ha creado un cuerpo de delatores profesionales e interesados.
  • Y gratuito, porque es el Estado español quien les paga sus venganzas y sus censuras.
  • Nadie va a ir a la cárcel, según el artículo 510 del Código Penal, por Cristofobia, pero sí por homofobia, por machismo o por islamofobia.
  • Conclusión: somos gilipollas.
No se crean que fue La Sexta o Cuatro, las teles antisistema con formas burguesas. No, fue la propia RTVE, quien dedicó en su telediario un reportaje a los municipales de Fuenlabrada, provincia de Madrid, donde se ha puesto en marcha una unidad contra los delitos de odio. Esto de los delitos contra el odio resulta muy socorrido para la progresía: tiene una denominación de conceptos profundos en formato cursi. O sea, muy progre. Se trata de la traducción a la vida real del suicidio de Occidente, que se ha dado cita en Fuenlabrada, provincia de Madrid. A saber. Artículo 510 del código Penal. Ojo al dato: Serán castigados con una pena de prisión de uno a cuatro años y multa de seis a doce meses: Quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad. El asunto es que se trata de una norma tan ambigua que puede servir a cualquier miserable para cualquier venganza. Por ejemplo, ¿será utilizado por los cristianos para denunciar profanaciones y sacrilegios, robos e iglesias y otros menesteres por odio a la fe, ahora que el odio a la fe está más vivo que nunca? Naturalmente que no, sino en parte mínima. Y si no, te dirán aquello de que el robo de formas consagradas no representa otra cosa que robar un pedazo de pan no fermentado, una pequeña gamberrada que no puede hacerle perder el tiempo a la policía. ¿Y las palizas y escraches a sacerdotes y obispos? Tampoco, porque no las denuncian: perdonar y olvidar es la norma. Y así, cuando Femen ataca al cardenal Rouco, éste se calla y aguante (a lo mejor tenemos que revisar esto). Y aunque lo hicieran no es eso en lo que está pensando la división de policía municipal de Fuenlabrada, se lo aseguro. Nadie va a ir a la cárcel acusado de Cristofobia, pero sí de homofobia, machismo o islamofobia. No, para lo que servirá será para los lobbies muy activos: el lobby gay y el lobby de ideología de género, el feminista, vamos. ¡Ah! Y para los musulmanes. Y no debo hablar en futuro. Lo están utilizando ya y de qué manera. Por de pronto, se están cargando una de las claves de la civilización occidental, es decir, de la civilización cristiana: la libertad de expresión como vehículo de la libertad de pensamiento. Y así, si se te ocurre argumentar contra la homosexualidad, un desorden natural de primer orden según la doctrina cristiana, te acusarán de homofobia y serás condenado a penas de hasta cuatro años de prisión. Vamos, que si criticas la sodomía estás incurriendo en homofobia, según el sutil argumento de esos lobbies que nos llevan a decir cosas tales como aquella de que si criticas la homosexualidad estás incitando al odio contra el homosexual y si criticas la pobreza estás criticando al pobre… cuando es justamente lo contrario. Ojo, no te perseguirá el lobby gay, el lobby feminista o el lobby islámico: ellos iniciarán el proceso pero te perseguirán la policía y los tribunales, con toda la fuerza represora del Estado puesta al servicio de minorías interesadas. En Barcelona ya funciona un fiscal para delitos de odio, que no se preocupa de los atentados contra la libertad religiosa: sólo de implantar por la fuerza, la fuerza coercitiva de la justicia, la ideología de género. Con las mujeres pasa algo parecido: se te ocurre criticar al feminismo y estás incurriendo en violencia machista: serás condenado a penas de hasta cuatro años de prisión. Este artículo del Código Penal no sólo constituye una ley mordaza en toda regla: significa el final de la civilización occidental, es decir, de la civilización cristiana. Insisto: es censura más grave que la de cualquier dictadura. Concreción: los guindillas de Fuenlabrada. Todos con un lavado de cerebro impresionante (espero que esto no sea entendido como delito de odio) por bandera: los componentes de cuerpo tan progresista aseguran ante la cámara que hay que conocer a la gente para "defender la diversidad" (¿Diverso de quién?). Uno de ellos nos asegura que la eficacia de la unidad depende de que todos sus miembros hayan asumido esos principios. Es más, en un momento dado entra en escena un musulmán quien nos asegura que, en cuanto ven "algo raro", ya saben a quién acudir: es decir, que estamos ante un delator profesional que utiliza el poder del Estado, del Estado español, para arremeter y vengarse de todo aquel que se atreva a hablar, por ejemplo, de que el Islam es el credo e ideología de terroristas que han asesinado a muchos españoles. Sólo un 11 de marzo de 2004 asesinó a 193. Porque si dices esto, estás fomentando el odio al Islam. Es más, si dices cualquier cosa que no me guste, estás fomentando el odio: te denuncio y acabas en la trena. Y a mí me sale gratis la cosa porque los gastos corren a cargo del conjunto de los españoles. Con todo respeto: somos gilipollas. No, no hablo de los lobbies gay, feminista o musulmán: hablo de nosotros, los cristianos occidentales, hablo del suicidio de Occidente. Todos calladitos: nosotros mismos nos colocamos la mordaza y nos autoflagelamos. Eulogio López eulogio@hispanidad.com