• Se admira el éxito, no la virtud.
  • El próspero mundo anglosajón frente al fracasado mundo hispano: se aproxima el desastre.
  • Y claro, elevar al que está bajo resulta más difícil que eliminarle.
  • Lo más triste del actual periodismo, particularmente los medios tradicionales, es que se rinden siempre ante el vencedor.
Lo concluye, cómo no, Chesterton: "Cuando un pueblo empieza a creer que la prosperidad es el premio de la virtud, es evidente que se aproxima una calamidad. Si se considera que la prosperidad y el éxito son la recompensa de la virtud, acabará por considerarlos como prueba y síntoma de esa virtud". Y así nos encontramos como hoy, en 2016, en la sociedad de los indignados, existe adoración al triunfo -político, económico, cultural, social- independientemente de qué tipo de triunfo se trate o de los métodos inconfesables que hayas empleado para conseguirlo. Y lo que es peor: "los hombres abandonarían la ardua tarea de proporcionar algún éxito a los buenos, y asumirían la tarea más fácil de considerar virtuosos a los hombres prósperos". Aquí tenemos las consecuencias del inquietante panorama. En efecto, se admira el triunfo, que no la virtud, y entonces ocurre lo inevitable; el poderoso, incluso más que el millonario, aunque ambas condiciones suelen ir de la mano, siempre tiene razón. El débil se equivoca o maniobra para conseguir lo que no merece. Por ejemplo, sobrevivir. Y si quieren un culpable de tan penoso estado de cosas, tirando a calvinista: "Esto es lo que ha ocurrido en todo el comercio y el periodismo modernos". Me temo que sí. En el comercio por lo ya dicho: la riqueza es un síntoma de bondad. En el periodismo… porque lo más triste del actual periodismo, particularmente los medios tradicionales, es que se rinden siempre ante el vencedor. Y por cierto, esto tiene mucho que ver con las habituales comparaciones entre el próspero mundo anglosajón frente al fracasado mundo hispano: se aproxima el desastre. Desde el origen. España y Portugal colonizaron intentando elevar el nivel de los indígenas. Los ingleses u holandeses no perdieron el tiempo: eliminaron a los indios y explotaron las nuevas tierras. No hay mestizaje anglosajón, sí hay mestizaje español. No existe la raza angloamericana, sí existe la raza hispanoamericana. Y claro, elevar al que está abajo resulta más difícil que eliminarle. Eulogio López eulogio@hispanidad.com