• El fatalismo aumenta: el problema es que probablemente resulte irresoluble.
  • En eso, los separatistas tienen razón aunque ellos sean la causa primera del desastre.
  • En cuyo caso, habrá que sustituir la razón por la fuerza. Algo muy triste.
Empieza a flotar en el ambiente un aroma de fatalismo sobre el problema catalán, convencidos muchos de que no tiene solución. Y lo malo es que el no de Puigdemont y la respuesta de Moncloa, en la mañana del jueves 19, no hace más que acentuar ese determinismo hipnótico que nos lleva a la guerra civil. Si lo prefieren, al enfrentamiento civil. Y lo cierto es que los separatistas tienen razón, aunque ellos sean la causa primera del desastre: el problema no se soluciona con el 155, es más, empeora. Una generación de catalanes con el cerebro lavado en el narcicismo rayano en la egolatría, unido a la animadversión sobre todo lo español, que, en cuyo caso, habrá que sustituir la razón por la fuerza. Algo muy triste. Eulogio López eulogio@hispanidad.com