Lunes 16 de julio, Festividad de la Virgen del Carmen, Señora del Carmelo, patronal de las gentes del Mar y del Santo Escapulario, una de las devociones más antiguas de la Cristiandad, que se remonta al siglo octavo.

El privilegio sabatino es muy sencillo: consiste en que todo aquel que lleve impuesto el escapulario (impuesto, no sólo puesto) será rescatado por la Santísima Virgen el sábado después de su muerte.  

Una de esas realidades espirituales que provocan una sonrisa sardónica a todo progre con ganas de merecer.

El privilegio sabatino nos lleva a la eviternidad y la línea espacio-temporal, cuestión abstrusa

Porque los progres son así: tan ignorantes como pedantes. Lo que provoca el privilegio sabatino es la cuestión del espacio-tiempo, la más difícil de la física y de la filosofía. En cuanto morimos se separa el alma y el cuerpo, que se volverán a unir en el fin del mundo, según la cosmología católica. En el entretanto, lo que queda es el espíritu, que no ocupa espacio ni consume tiempo. Entonces, ¿cómo es posible hablar de redención un sábado después de la muerte de cuerpo, ya que no existe el tiempo porque tampoco existe la materia, ergo no existe el espacio? No lo sé, pero sí es verdad que la eviternidad –el tiempo de los espíritus- es una creación de Dios, que introduce el orden natural y, por la misma razón, puede corregirlo.

En cualquier caso, el Carmelo es la prueba de que la historia de la humanidad no se entiende sin la única persona no tocada por el mal

Naturalmente, esto es lo que se planeta toda la progresía cuando oye hablar del escapulario de la Virgen del Carmen. Ni lo huele. Pero tampoco huele lo que representa que la Iglesia es antes mariana que petrina y que toda la historia de la humanidad está marcada por el único ser humano no tocado por el pecado. Perdón, por el mal, que suena más creíble para los tontos, pero que es lo mismo.