Las víctimas de la pederastia clerical –mínima y exagerada pero particularmente abominable- han sufrido lo indecible. Hay algunas que han perdonado, otras que no han podido ni perdonar, porque todavía no han asimilado lo que les ha ocurrido y llevarán esa tara encima toda su vida. Estos quizás sean los casos más graves.

Hay un tercer grupo, las víctimas convertidas en portavoces ante las cámaras, aquéllas que han hecho de su desgracia un duelo público, que no perdonarán jamás, porque no buscan justicia sino venganza, y no contra sus abusadores, sino contra la Iglesia.

Y entonces llega el caso Barbarin. El cardenal francés no ha hecho nada pero se le acusa de “encubrir” a los curas que sí lo hicieron. La condena es dura, pero el Papa Francisco se ha negado a ratificarla hasta que no sea firme. Vamos, que no le ha cesado.

La confesión no es delación, sino todo lo contrario

Es el mismo Pontífice que, un día después, hacía públicos sus documentos sobre la cuestión en los que predica tolerancia cero frente a los pederastas y habla de delatar (no queda claro si ante la autoridad eclesiástica o ante la civil) a los acusados de pedofilia.

Porque claro, el asunto es: ¿qué puede hacer un obispo ante un cura pederasta? Y eso siempre que no existan sospechas sobre su inocencia ante una acusación injusta o no se haya tenido conocimiento de ello mediante el secreto de confesión. Porque esa es otra: la confesión impide la delación.

¿Qué haríamos nosotros si nos sale un hijo –o padre, o hermano- pederasta? ¿Le denunciaríamos?

Si yo fuera obispo, ¿qué haría ante un cura pederasta? Lo primero que haría sería darle dos leches, pero quizás por eso no me han nombrado obispo. El obispo debe ser un padre para sus curas: ¿denunciaríamos a nuestro hijo ante un tribunal civil? ¿Seguro? Con la cristofobia reinante no me extraña que los obispos tengan sus dudas. Muchos cristianos no creemos en la justicia humana pero es que, además, la pederastia clerical es una aberración pero en la actualidad también es una exageración.

Y con esto no digo nada. Bueno, sí digo alguna cosa:

1.No se cuál es la solución, pero no puede consistir en confundir justicia con venganza.

2.A algunas víctimas, sobre todo las que han hecho de su desgracia un espectáculo, ninguna solución les va a parecer buena, siempre les resultará insuficiente.

3.La confesión no puede convertirse en delación, ni el buen ciudadano, no ya el buen católico, se caracteriza por ser un delator.

4.Lo que se llama encubrimiento no puede confundirse con la pederastia. No es lo mismo.

5.La pederastia clerical es vomitiva, pero lo que vivimos hoy es una campaña exageradísima donde se nos dice que la pedofilia clerical, mínima, es omnipresente y tiene que ver con la condición clerical de sus protagonistas.

6.Porque no lo olviden: cuando la campaña contra la Iglesia termine, los mismos progresistas que ahora exigen la laminación de los curas pedófilos, o simplemente encubridores, pedirán la legalización de la eutanasia del sexo infantil. El sufrimiento de los niños-víctima les importa poco: lo que anhelan es destruir al Cuerpo Místico.

Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿Qué puede hacer un obispo frente a un cura pederasta? ¿Qué haríamos nosotros si nos sale un hijo –o padre, o hermano- pederasta? ¿Le denunciaríamos?