• La comunión de los divorciados con segunda ronda es un sacrilegio, con excomunión o sin ella.
  • La misericordia consiste en odiar el pecado y amar al pecador, no al revés.
  • Cuando el Magisterio de la Iglesia precisa de un hermeneuta es que algo falla.
  • El arrejuntado empeñado en comulgar es como Enrique VIII: el soberbio que no está dispuesto a aceptar que él haga algo mal.

Quien aborta queda excomulgado, pero basta con que se confiese para que vuelva al estado de gracia y pueda comulgar. El problema del divorciado y arrejuntado es distinto. Es la diferencia entre estar y ser. La que aborta pecó -terrible pecado-, pero el que vive en una situación irregular está pecando, mismamente ahora mismo. ¿Que esta situación es muy habitual? Sí, como el pecado mismo: habitualísimo a lo largo de toda la historia de la humanidad. Se ha armado buena con las palabras del papa Francisco, que en titular se recogen así: "El divorciado no está excomulgado, forma parte de la Iglesia". A partir de ahí empieza la hermenéutica del papa Francisco (no olvidemos que Su Santidad es porteño) y lo que implica la hermenéutica de quinta derivada. Los hermeneutas piden que se lea toda la intervención del Francisco, y hacen muy bien. En el Nuevo Orden Mundial (NOM), vulgo progresía modernista, uno de los mayores divertimentos consiste en retorcer las palabras del Papa hasta hacerle decir lo que no quería decir. Ahora bien, no olviden la regla de oro: si los medios manipulan una vez tu mensaje la culpa la tienen los medios. Si la manipulan dos, la culpa puede estar repartida entre manipulado y manipulador. Si te manipulan una tercera… Además, las consecuencias y pormenores de la pena de excomunión las dejo para los especialistas en canónico. Una de mis grandes ventajas como católico es que nunca he creído mucho en el Derecho Canónico. Pero sí creo en que la Iglesia vive de la Eucaristía y en que nada es más grave que el sacrilegio. Comulgar en pecado mortal es un "un horrible sacrilegio". En cualquier caso, a lo que estamos, Manuela, que se nos va la tarde. Para comulgar bien son necesarias tres cosas y la primera seguirá siendo necesaria hasta el fin de los tiempos: estar en gracia de Dios. También, no haber comido una hora antes de comulgar y saber a Quién se recibe. El arrejuntado no es un apóstata. Está dentro de la Iglesia, ciertamente, pero no puede comulgar porque no está en gracias de Dios: cometería un sacrilegio. Ciertamente, si tiene hijos con su segunda naranja (que no es la otra mitad de la media naranja sino que suele se ser un melón) no puede abandonar a los niños nacidos de su segunda convivencia. Tendrá que vivir "como hermano y hermana" con la neoparienta, que es algo que se presta a la retranca española pero que no debe resultar tan sencillo, sobre todo, si la segunda no es melón sino pera limonera y frondosa. Y no sólo tiene que vivir como hermano y hermana sino hacerlo patente para no dar escándalo. Tarea costosa a fe mía. Más aclaraciones (al parecer, vivimos el Papado de las aclaraciones permanentes): 1. Acoger al divorciado y arrejuntado. Naturalmente que sí. Soy periodista y si no practicara esa obra de misericordia me temo que no tendría amigos en la profesión. Otra vez lo de San Agustín: odiar el pecado, amar al pecador. Una norma espiritual y una norma de vida: odiar la enfermedad y amar al enfermo, odiar la pobreza y amar al pobre, odiar la ignorancia y amar al ignorante, etc., etc., etc. 2. Las declaraciones del Papa Francisco llegan en vísperas de la segunda parte del temible Sínodo sobre la Familia, convertido ya en el Sínodo de la confusión. Volvemos al genial ensayo de Jacinto Choza titulado Elogio de los grandes sinvergüenzas, dentro del volumen "La supresión del pudor y otros ensayos". Felipe II era un mujeriego, pero no exigía que la Iglesia cambiara su doctrina para justificar sus revueltos de sábanas. Enrique VII sí, porque Felipe II era impuro pero Enrique VII era impuro y algo peor: soberbia. Y el peligro de ser misericordioso con la soberbia (que no con el soberbio, distingamos entre la doctrina y la persona) es que si hay algo que la soberbia no acepta es precisamente la misericordia. Lo considera un insulto. 3. A la postre, la pregunta es: ¿qué es peor estar excomulgado o ser un sacrílego? Y una segunda: ¿no estar excomulgado significa poder acceder a la Eucaristía? No, por supuesto. Sí, ya sé que el Papa Francisco no ha dicho eso, pero me temo que muchos quieren entender eso y han entendido eso. Pero, a todo esto, ¿de qué estamos hablando realmente? Estamos hablando de un señor, el arrejuntado, al que le ha importado un bledo romper con la doctrina de la Iglesia pero que, eso sí, exige acceder a la Comunión. Y si no cree en la doctrina de la Iglesia, ergo no cree que en el trozo de pan consagrado está el mismísimo Dios, ¿para qué puñetas da la tabarra con la comunión? Porque es Enrique VIII. El soberbio que no está dispuesto a aceptar que él haga algo mal. El Sínodo de la Familia, primera parte, se convirtió en el Sínodo de la confusión. Y mucho me temo que la segunda parte, es, como la canción infantil, "mucho más interesante". Eulogio López eulogio@hispanidad.com